Ves las fotografías de Luis Baylón y deseas una Rolleiflex, la cámara de medio formato que le regaló su padre en 1984 y que, desde entonces, le acompaña en la aventura de perderse por cualquier ciudad. Baylón retrata calles, lo cómico y lo trágico de las calles. Y lo hace desde dentro, como si fuera uno más de sus personajes.
En las fotos de Baylón (Madrid, 1958) deambulan personajes ambiguos, emborronados, esperpénticos, hipnóticos, lúgubres, cotidianos también. Sobre todo cotidianos. Pero lo más extraño de estas fotografías es que están tomadas sin artificios. No hay lugar para el exotismo. Llegan directas, alentadas por su instinto urbano. Podríamos ser nosotros, capturados en instantes poco decisivos pero necesarios para atrapar la esencia de las ciudades. Para retratar las almas de sus moradores.
Una muestra de estos momentos callejeros, 32 en concreto, pueblan las paredes de la librería Railowsky de Valencia desde el pasado jueves. Las imágenes son una selección de ‘Baylón’, una pequeña antología editada por Lunwerg, con prólogo de Bernard Plossu (fotógrafo y amigo de Luis Baylón) y de Carlos Cay (personaje anónimo que en los últimos veranos ha protagonizado la columna ‘Me cago en mis viejos’ de El País).
Este recorrido fotográfico en blanco y negro es un itinerario, desde 1982 hasta 2010, por Zaragoza, Recife, Zamora, Ávila, Valencia, Barcelona, Pekín, Marsella, Málaga, Roma, y su querida y desquerida Madrid. Calles de muchas ciudades o de una sola. «Luis es un genio retratando calles. En todas sus fotografías hay calles, incluso en las que no las hay… ¿Cómo puede hacerse una fotografía de la calle sin que salga la calle?… Te enseña unas piernas de mujer y un cacho de portal, nada más que unas piernas y un portal, y, no me preguntes cómo, consigue que toda la ciudad esté concentrada en esas piernas. Y no solo toda la ciudad, sino todas las ciudades, tío», señala Carlos Cay.
Luis Baylón capta esas vidas que discurren sin ser preciosista ni morboso. «Está en línea directa, en vida total, no intenta ni embellecer ni ser un ‘buen fotógrafo’: ¡no es un cazador! El resultado de sus fotos no está para hacer bonito!», explica Bernard Plossu. Precisamente estos dos fotógrafos, el maestro Plossu y el aprendiz Baylón, se confabularon en 2006 para retratar Valencia, para desnudar el alma de la ciudad y de sus gentes.
Para Plossu, su compañero de deambulaciones «es lo contrario de lo que se llama un ‘voyeur’: sus fotografías, incluso cuando en ellas hay gente diferente y original, nunca son un punto de vista exterior, sino siempre un eco de la vida (…) es aquel que ve a través, que penetra en nuestras almas, que entiende de las cosas sencillas. Sus fotos, como sin querer, son lecciones de transparencia del pensamiento«.
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Comentarios
1 Responses to “Baylón, médium de almas callejeras”
Luis.un abrazo.eres el mejor