El 29 de julio de 1538 el pirata Salah Rais asedió Villajoyosa al mando de 27 navíos. Algo parecido ocurrió poco después en Denia, Calpe o Guardamar. Durante más de un siglo hombres como Dragut, Cachidiablo o los Hermanos Barbarroja sembraron el miedo en toda la costa Alicantina. Una historia de Piratas donde nunca se sabe quién es el malo.
Hablar de la historia de Alicante en el siglo XVI es hablar de Piratas y Corsarios. En esa época se miraba al mar con más temor que respeto. El Mediterráneo proporcionaba el sustento a todos los pueblos costeros, pero también era la puerta de entrada de los piratas Berberiscos. En muchos casos se trataba de flotas enteras que irrumpían en la costa o abordaban otros buques con el objetivo de saquear y obtener prisioneros con los que después pedir rescate.
La piratería era muy frecuente, pero no siempre provenía del magreb, Túnez o Turquía. En muchas ocasiones era legal y entonces recibía el nombre de corso. El sistema era bastante sencillo aunque en la práctica era difícil diferenciarlo de la piratería común. Previo pago de una serie de tasas, un documento otorgado por el rey, la Patente de Corso, autorizaba a una embarcación a atacar aquellas naves de cualquier país con el que se estuviese en guerra.
Esta situación provocó que a finales del siglo XVI se extendiera este tipo de actividad en todo el Reino de Valencia llegando a casos como el de La Vila Joiosa, donde la población de pescadores que años atrás se veía permanentemente amenazada por los piratas, pasaron a transformar sus barcas de pesca en auténticos navíos corsarios, con los que era mucho más lucrativo el ganarse la vida. Según cuenta el medievalista Juan Leonardo Soler, «existen noticias de corsarios vileros que atacaban naves en la misma playa de la villa, en el resto de costas de la Marina, en aguas catalanas y en mares nazaríes. También existían compañías formadas por corsarios y marinos que se formaban para actuar desde su misma localidad o armar naves en otros lugares, como en el puerto de Cullera.»
Los botines no solían ser abundantes, a lo sumo mercancías y víveres, pero complementados con la captura de tripulantes, hacían de estas rapiñas un negocio habitual que daba muy buen resultado. La principal consecuencia de esta situación fue que el Mediterráneo acabó convirtiéndose en un lugar peligroso para cualquiera que se echara a la mar. A su vez esta frecuente captura de prisioneros provocó que en el Reino de Valencia se estableciera un auténtico mercado de esclavos. Según Soler «La ciudad de Valencia y la villa de Alicante se convirtieron en los principales focos de negocio de esclavos: diferentes hombres del mar especulaban con los mismos construyendo una auténtica red comercial.»
No hay moros en la costa
Enfrentamientos navales, saqueos y ataques berberiscos estaban a la orden del día. De esta manera, en 1561 la corona tomó la decisión de reforzar las defensas del litoral sur del Reino de Valencia. Para ello se establecería una red de fortificaciones y torres vigía que permitían adelantarse a los posibles ataques y comunicarlo a las ciudades vecinas para pedir refuerzos. Se han documentado en nuestro territorio 121 de estas torres, de las cuales hoy en día se conservan en pie poco más de la mitad.
Su construcción por sí sola carecía de un sentido defensivo, pues no estaban fuertemente armadas, ni preparadas para repeler grandes ataques. Pero todas ellas en conjunto, constituían uno de los sistemas de comunicación más eficaces que existieron. Se encontraban distribuidas por zonas elevadas de todo el litoral a no más de cuatro o cinco kilómetros de distancia, de manera que desde cada una de ellas era posible ver la siguiente. Ligada a estas torres surgió la figura de los atajadores, jinetes a caballo que recorrían la distancia que separaba las torres portando las noticias de una a otra como si se tratara de una carrera de relevos.
Según relata el historiador Gerardo Muñoz, «el sistema de torres-almenaras servía para que las autoridades conociesen casi de inmediato la existencia de una amenaza. Desde lo alto de cada torre se prendía fuego tres veces al día para indicar que no había corsarios berberiscos (moros en la costa). Cuando se producía un ataque, el fuego que se hacía formaba una humareda; la noticia entonces se transmitía de torre en torre por medio de estos fuegos, hasta la del Grao de Valencia, sede del veedor general de la costa. Además, cada almenara contaba con una campana para el rebato y que servía para avisar a las compañías de caballería de costa, residentes en poblaciones cercanas.»
Comentarios
5 Responses to “Alicante, tierra de piratas”
Muy interesante, lo comparto!
Habría que ver lo que pasaba cuando el veedor de Valencia se enteraba de que la Vila-Joiosa estaba siendo atacado por moros berberiscos. ¿Le daba tiempo a llegar con ayuda militar o simplemente era para rellenar una estadística?
😉
Es que el mensaje salía en varias direcciones. Llegaba también a Alicante, Alcoi o Bernia, donde había algunas tropas i refuerzos y a estos sí que les podía dar tiempo a ayudar. Si la cosa se ponía muy muy seria…ya mandaban gente de más lejos!!
He oido decir que existían algunas defensas de artillería en la zona, pero que el municionamiento de estas, requería tan farragosos trámites burocráticos con las autoridades militares de Alicante que las misiones de defensa, daban lugar casi siempre a actuaciones fallidas.
¡Pues casi como en la actualidad! Desde que se detecta un problema hasta que las autoridades actúan…pueden pasar siglos!!