Los autocines nacieron en los años treinta en el país por antonomasia de los coches y las carreteras: Estados Unidos. A España llegaron más tarde, hacia finales de los 60. Aunque no tuvieron tanto arraigo como en el país americano, algunos han sobrevivido al vídeo, al DVD y a las descargas por Internet. Y siguen ofreciendo cine sobre ruedas.
En los años 30 en Estados Unidos no era extraño ver películas al aire libre. Richard Hollingshead, un vendedor de recambios para vehículos, fue el primero en unir dos elementos muy conocidos del ‘american way of life’: el coche y el cine. Hollingshead abrió el primer autocine en 1933 en Camden (Nueva Jersey), y cobró a los espectadores 25 centavos por persona y por coche para ver la comedia británica ‘Wives Beware’. A finales de los 50, este tipo de entretenimiento tuvo su punto álgido: en 1958 había más de 4.000 autocines en Estados Unidos. Hoy sobreviven alrededor de 350, aunque la manera de funcionar que inauguraron (acude con tu coche y sírvete tú mismo) persiste hoy en otros negocios, como restaurantes de comida rápida.
De los cuatro autocines que quedan en España, tres se encuentran en la Comunitat Valenciana
En España los autocines llegaron hacia finales de los sesenta, con la creciente popularización de los coches. Sin embargo, sólo llegó a haber “un máximo de 10”, según Carles Miralles, dueño del autocine Drive-In de Dénia (Alicante), que abrió en 1979 y es el más antiguo de los que siguen funcionando en este país. En total quedan cuatro, tres de ellos en la Comunitat Valenciana. Además del que regenta Miralles, siguen proyectando películas el autocine El Sur, situado también en Alicante; el Star, que abrió en 1981 cerca de la playa de El Saler (Valencia) y finalmente el autocine Gijón, localizado en la ciudad de la que toma su nombre.
De refugio para parejas a cine familiar
Una de las escenas del musical Grease, ambientado en los años 50, transcurría en un autocine. Mientras veían la película, el rebelde Danny (John Travolta) intentaba un acercamiento amoroso a la virginal Sandy (Olivia Newton-John). “Sandy, no te preocupes, nadie nos mira”, le decía él. “¿Crees que me voy a quedar contigo en este vagón del pecado?”, le espetaba ella antes de abandonarlo a su suerte en el autocine, donde él (no podía ser de otra forma) cantaba una canción para expresar sus sentimientos. No es la única canción que hace referencia al autocine en clave amorosa. “If you say you watch the movie you’re a couple o’ liars” (Si decís que veis la película sois una pareja de mentirosos), cantaban con humor los Beach Boys en su canción ‘Drive in’. David Bowie también describía una tentativa sexual en su tema ‘Drive-in Saturday’: “Let me put my arms around your head/Gee, it’s hot, let’s go to bed (Déjame rodear tu cabeza con mis brazos, vaya, hace calor, vamos a la cama).
En esta reputación de los autocines hay mucho de verdad, ya que por la privacidad que ofrecen han sido un buen refugio para los amantes, aunque hoy son más que eso. “No es un cine para parejas únicamente, aunque en años pasados esto era más cierto”, explica Miralles. Una parte importante del público eran en efecto “parejas entre los 18 y los 35 años, las que por lo general mueven el ambiente nocturno”, añade. Aunque parte de los asistentes siguen teniendo este perfil, éste y otros responsables de autocines optan por programar películas familiares para atraer a otro tipo de público. “La semana que viene hemos programado ‘La edad de hielo’ y esto será una especie de parque infantil”, señala Miralles entre risas. En el autocine también es habitual ver a parejas con bebés “a los que es más complicado llevar a otros cines, por si lloran o protestan durante la proyección”.
Adaptarse a los tiempos
Según Miralles, “este negocio siempre ha estado en crisis». «Las salas de cine han pasado y están pasando varias tormentas, primero llegó el vídeo y su pirateo, y ahora el pirateo por Internet”, asegura el responsable, para quien es necesario innovar para sobrevivir. Cuando los autocines comenzaron en Estados Unidos, contaban con grandes altavoces, como los cines habituales. Pronto se sustituyeron por altavoces más pequeños situados en cada plaza de aparcamiento. Hoy lo habitual (también en los autocines españoles) es que transmitan el sonido a través de la radio del coche o con un transistor. Además, éstos ya se han adaptado a las proyecciones digitales.
Otras estrategias para atraer al público son el programa doble (la posibilidad de ver dos películas por el precio de una entrada), la libertad de fumar o hablar durante la película o el hecho disponer de una pantalla de grandes dimensiones y al aire libre. Según Miralles, este hecho unido al emplazamiento privilegiado de su autocine, cercano al mar, convirtió en una experiencia muy particular la proyección de ‘Titanic’. “Tenemos una pantalla de 20 metros de ancho por 10 de alto, detrás de la cual sólo está el mar Mediterráneo. Un par de noches había tormenta y el sonido del mar de la película se mezclaba con el real, era muy bonito”, explica con orgullo el responsable, que tiene previsto seguir con su negocio muchos años más.
Comentarios
3 Responses to “Cine sobre ruedas”
Es un reportaje muy interesante y esta muy bien enfocado
respecto a la historia de los autocines es interesante la
historia de su nacimiento , su buen acogimiento por la gente y posteriormente su declibe por las nuevas tecnologias , aconsejo ir por lo menos una vez a un autocines pues es una buena experiencia.