Vistiendo el arte

Cuando surge la inspiración el arte no espera. Lo importante es transmitir emociones, sensaciones y una manera de entender la realidad que, los más afortunados, son capaces de reflejar a través de la pintura. Irai crea ropa y hace arte a partes iguales. Igual le da que se trate de…

Vistiendo el arte

Cuando surge la inspiración el arte no espera. Lo importante es transmitir emociones, sensaciones y una manera de entender la realidad que, los más afortunados, son capaces de reflejar a través de la pintura. Irai crea ropa y hace arte a partes iguales. Igual le da que se trate de un lienzo, una pared o los pliegues de una falda.

Irai realiza sus prendas una a una.

Irai realiza sus prendas una a una.

Entre otras muchas cosas es diseñadora, patronista, pintora, dibujante… pero prefiere definirse como creativa, a secas. Al entrar en su tienda de la calle Alta, en el barrio del Carmen de Valencia, puede que a primera vista no llame mucho la atención ver vestidos, faldas y camisetas dispuestos como en cualquier otra cadena de moda. Pero la hay. Cada una de las prendas que Irai vende, ha salido de sus manos y su máquina de coser. «Después de vivir una temporada en Madrid decidí volver a Valencia y abrirme una tienda para vender lo que fuera cosiendo. Al final, casi sin querer me he metido en unas tiradas bastante amplias de ropa de autor».

De esta manera, su proceso creativo es integral. Patronaje, corte, confección, diseño, serigrafía… no hay paso en el que ella no intervenga. «Se trata de una línea bastante normal pero rompo con la pintura, el relieve, el dibujo y las texturas. Utilizo la prenda como si fuera un lienzo, aunque no hay que olvidar que también hago yo los patrones, y esto hace que por lo que en general las prendas sienten muy bien».

Se trata de prendas hechas una a una pero que no ansían ser un objeto de lujo. Más bien, todo lo contrario, pues están dirigidas a cualquiera que las sepa apreciar. «Debes tener un equilibrio muy bueno entre prenda y precio, y eso es difícil. Yo no quiero perder el concepto de ‘hecho por mí’ en cada una de mis prendas. Aprendo de los clientes, de tratar con ellos y de lo que me comentan cada día. Lo que me cuenta alguien que tiene ropa mía en su armario, para mi es muy interesante».

En un momento en que los grandes gigantes de la moda tienden a homogeneizar los gustos, para Irai la ropa debe adaptarse a cada uno y no al contrario. «Yo quiero separar a cada mujer, hacerla única. Intento desenlatar mujeres. Me gusta saber o imaginarme como será la persona que va a llevar cada vestido e intentar plasmar su carácter en él. No quiero que ni las modas ni nadie me digan cómo tengo que hacer mis vestidos. Yo te miro y te digo lo que te pondría.  Si tú ya tienes claro lo que quieres que te hagan mejor vete a una modista tradicional. A mi me tiene que motivar mi trabajo, porque, si no, no lo hago».

Y por ahora parece que lo consigue. Después de cinco años ha visto crecer sus colecciones y también la carga de trabajo. Siempre hay quien le sugiere crear franquicias, abrir nuevas tiendas, expandirse… y no pocas veces le ha rondado la idea de delegar y descargarse un poco, pero para un artista desligarse del proceso creativo es algo que cuesta mucho.

Faldas y vestidos hechos por Irai.

Faldas y vestidos hechos por Irai.

Creatividad y negocio

El arte y los negocios no siempre son buenos aliados. Cada diseño de Irai es una obra de arte en si misma, pero ella es consciente de que al fin y al cabo se trata de ropa y la ropa es para vestirla. Cuadrar las cuentas para que una tienda sea rentable y permanecer fiel a tu obra es algo que no todos los artistas son capaces de hacer. Para ella, «la sociedad está montada de manera que no permite al creativo desarrollar bien lo que hace. Si yo tardo un tiempo en diseñar una prenda, durante ese tiempo sigo teniendo gastos, alquiler, compromisos… lo cual me obliga a trabajar mucho más deprisa y no puedo disfrutar todo lo que debiera del acto en sí de crear. Es antinatural para un creativo el estar siempre sometido a fechas y plazos».

«A mí me gustaría poder vender arte por la calle, que la gente pudiera vestir auténticas obras de arte, y creo que por el tiempo en que nos encontramos, se está volviendo a apreciar el valor de lo hecho a mano y del poder plasmar lo que sentimos en una obra de arte. Mi manifiesto es pasar de las tendencias, hago lo que siento en cada momento y eso es lo que al final intento transmitir a cada prenda», presume.

Por ahora, su futuro más inmediato pasa por acabar la nueva colección que presentará en septiembre y continuar dando rienda suelta a sus sensaciones en su tienda del barrio del Carmen. Es consciente de que fuera hay muchas posibilidades, pero para ella «Valencia es el lugar con mejores creativos de toda España. Igual no nos conoce nadie, pero nos satisface mucho lo que hacemos. Somos un poco ‘meninfots’, no necesitamos grandes reconocimientos. Con que lo que hacemos nos guste a nosotros y a nuestra gente tenemos suficiente».