O lo que es lo mismo, fotografías realizadas por personas ciegas; fotografías hechas con las manos o el oído; fotos que se hablan antes de que se produzcan. Una manera de acercar el mundo visual a los invidentes y que en Valencia tratan de desarrollar la fotógrafa Ana Jiménez y el realizador Carlos Martínez.
Cuando la valenciana Ana Jiménez escuchó algo acerca de la fotografía para ciegos era el año 2010 y vivía en México. A ella también le resultó paradójico. Se preguntó: “¿Cómo puede sacar fotos un ciego?” Y, más aún, “¿para qué?”. Dos años después ella misma intenta realizar un taller para personas invidentes en Valencia, y tiene que responder a preguntas parecidas cada vez que presenta su proyecto. “Yo les digo: “¿Es que no te gustaría poder tener una foto, por ejemplo, de tus seres queridos?”. Pero sobre todo le interesa porque supone una vuelta a la “creación fotográfica”, a los primeros tiempos analógicos.
En este sentido, realizar una instantánea antes de la revolución digital suponía, en mayor o menor medida, fotografiar “a ciegas”. Ya que el resultado final no era visible hasta terminar el proceso del revelado. Por lo que resultaba muy importante cuidar de los detalles, y exigía una dedicación, una intuición y un tiempo.
“Hoy en día solo se trata de disparar, disparar y disparar”, señala. “Sin embargo, cuando haces una foto no se trata sólo de eso. El buen fotógrafo mira el encuadre, la distancia, la composición… es como volver a los inicios, al placer de hacer una foto”. En este sentido, se trata de reivindicar la “preparación” del acto fotográfico, por lo menos en cuanto al tipo conceptual o de estudio se refiere. Y en la que disparar la propia instantánea es el último paso de todo este proceso. Y no necesariamente el más importante.
Mirar sin ver
La iniciativa, lejos de ser una quimera, se realiza ya con éxito en diversos países. Incluso en España, donde se celebran diversos talleres para personas ciegas en Galicia. Otros países que lo acogen son Israel, México, República Dominicana o Argentina. Son estos últimos los que asesoran a Ana. Por medio de conversaciones en Skype donde resuelven sus dudas, o de vídeos documentales.
A nivel profesional, la fotografía realizada por invidentes tiene también su hueco. Ya se han producido algunas exposiciones como ‘La mirada invisible’, en California, que reunió el trabajo de hasta 12 artistas de todo el mundo; o en México, donde reunió a 15 fotógrafos. Esta irrupción ha provocado incluso movimiento como ‘The Blind with Camera School‘. Que ven en la propia fotografía para ciegos un revulsivo para reflexionar sobre la imagen, la luz, y la oscuridad.
Parte de la responsabilidad la tienen nombres conocidos a nivel internacional como Terry Hammon, Richard Miller y John Dugdale. Éste último fue el único de los tres que no nació ciego, sino que fue por accidente, a la edad de 37 años. Ya fotógrafo profesional, decidió seguir trabajando. La diferencia con cómo realizaba las fotos, según sus propias palabras, es que ahora empiezan en su cabeza.
Sin embargo, el caso más conocido es el del esloveno Evgen Bavcar. Ciego a los 11 años, se interesó por la fotografía a los 16, y es el principal exponente de la fotografía como “actividad mental”. Fue el primer profesor invidente de su país, y se trasladó a París para estudiar filosofía estética. Lo que hace que su trabajo tenga, además, una raíz reivindicativa que ataca los prejuicios de la sociedad vidente. Sus fotos se caracterizan por el contraste, el uso del blanco y negro, los montajes en superposición, llenos de manos con los que palpa a sus modelos, un aire onírico, y tiempos de exposición muy largos. Un trabajo más asociado “a la duración”, que a “los momentos aislados” de la fotografía convencional, y que le emparenta con otros creadores como Man Ray.
Hablar la foto
Sin embargo, queda por resolver la duda más importante: ¿Cómo se puede enseñar a una persona invidente a fotografíar? “Hablándole”, contesta Ana, “estableciendo un diálogo sobre la fotografía”. Así, el acto fotográfico se convierte en una conversación. Entre la persona ciega, que maneja la cámara, y su ayudante que le informa en todo momento de la posición del sujeto que va a fotografiar, su distancia, el espacio de alrededor, las condiciones de luz…etc. En este caso el invidente tiene algunas guías como el tacto (para tocar al modelo) o el oído (para realizar el foco), que le ayudan a orientarse y le hacen ser cada vez más autónomo. Y la persona que le acompaña le puede ir informando a medida que avanza.
El objetivo del taller, a primera vista, resulta muy sencillo: “Enseñar el funcionamiento básico de una cámara y el medio en el que desenvolverse”, señala Ana. Incluso, gracias a las nuevas tecnologías, el invidente podría disfrutar de la instantánea. Al poder imprimir después la foto con relieve, o aplicar diferentes texturas, por ejemplo, a los diferentes colores.
Pero el resultado final es más profundo. Ya que logra introducir a las personas ciegas en un mundo tradicionalmente vetado para ellas; y animarles a que pueda expresarse también en él. Esto también tiene su efecto en el vidente, ya que le produce un choque y una incógnita. Y, sobre todo, la necesidad de detenerse para “leer” esta imagen. Para Carlos Martínez, realizador audiovisual y colaborador del taller, que quisiera extenderlo a la realización de documentales o cortometrajes, es éste punto el que más le apasiona. “La vista percibe la imagen, pero es el cerebro el que la crea”, destaca. “La perplejidad del espectador vidente frente a una fotografía realizada por una persona culturalmente incapaz de mirar le llevará a buscar respuestas, y ese diálogo nos lleva a un concepto de arte mucho más cercano, sano y didáctico”.
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1 Responses to “Fotografiar lo no visto”