Genk (Bélgica) acoge hasta el próximo 30 de septiembre Manifesta 9, la Bienal Europea de Arte Contemporáneo. Esta edición, titulada ‘The deep of the modern’ (‘La profundidad de la modernidad’), presenta el mundo del carbón desde su prisma más humano. Todo, ubicado en un enclave que se niega a perder sus raíces a pesar del paso del tiempo.

Obra de la diseñadora alemana Eva Gronbach, expuesta en Manifesta 9. Foto: I. S. A.
La región de Limburgo, a la cual pertenece la ciudad flamenca de Genk, es una zona marcada por las cuencas mineras. A pesar de que han pasado más de dos décadas desde que se cerrara la última mina, todavía subyace en el ambiente la presencia del carbón y el culto a sus trabajadores. Los comisarios de la bienal han querido recordar la importancia que el carbón ha tenido para el empuje de la industrialización, a partir de la cual se generaron grandes y graves cambios socio-políticos y económicos a nivel global. Por ello, desde verano de 2011 han trabajado para acondicionar la antigua mina de Waterschei.
Thomas Engelbert es uno de los responsables de producción y ha mantenido una estrecha relación con todo el equipo que forma parte del desarrollo de una exposición de estas dimensiones. Después de participar en el desarrollo de la bienal en Murcia hace dos años, se trasladó el verano pasado para iniciar su trabajo en Genk. Nos cuenta que han trabajado mucho para que quedara accesible el edificio principal de la antigua mina, ya que desde septiembre de 1987 estaba prácticamente abandonado.
De este modo, Manifesta 9 se encuentra dividida en tres bloques. Al subir a la primera planta nos encontramos con ’17 toneladas’, que muestra el legado que ha dejado el carbón en la zona. Aquí podemos encontrar a artistas y creativos de la talla de Manuel Durán o Eva Gronbach. Durán es un cordobés que lleva desde 1950 haciendo esculturas con pasta de patata para rememorar a compañeros mineros. Gronbach es una diseñadora de moda alemana que utiliza ropa de antiguos mineros para confeccionar sus colecciones. En el mismo espacio encontramos la herencia de los antepasados del carbón, con paños bordados a mano o cómics sobre los mitos alrededor de las cuencas. También es digno de admirar el impresionante panel que presenta Beehive Design Collective, titulado ‘The true cost of coal’, donde los artistas muestran el impacto de la minería para el medio ambiente.
Una vez los visitantes han conocido algunas pinceladas de la historia de esta cuenca minera, el recorrido se adentra en el segundo nivel para disfrutar de ‘La era del carbón’, donde encontramos obras de arte de los siglos XIX y XX. En este escenario se puede disfrutar de la clásica línea de carbón de Richard Long, de una exposición de obras pictóricas o una biblioteca que guarda las latas donde los mineros dejaban sus enseres antes de adentrarse en las minas.
Engelbert nos presenta aquí una de sus obras preferidas: la colmena de hormigas de Kuai Shen Auson Ortega. A través de este trabajo el artista pretende estudiar el desarrollo, estructura funcional y el sistema de comunicación de los insectos. «Hemos coproducido los primeros vinilos de la historia del sonido que producen las hormigas al interactuar», apunta el responsable de producción.

Una visitante observa una de las obras del nivel de arte contemporáneo. Foto: I. S. A.
Por último, subimos a la tercera planta para descubrir ‘Poéticas de la reconversión’, el espacio reservado para artistas contemporáneos que presentan obras exclusivas. Ana Torfs, por ejemplo, nos presenta 20 plumas de colores acrílicos, originalmente extraídos del carbón. La artista se inspiró de un catálogo de colores de la fábrica de Bayer de 1910 para presentar su gama cromática.
Durante el recorrido es imposible perder de vista la inmensa obra de Ni Haifeng, que ha traído desde su China natal cerca de 17 toneladas de retales de tela para conformar una majestuosa montaña que puede verse desde numerosos espacios del edificio y servirá para futuras producciones. «Ha sido muy complicado poder traer todo este material hasta aquí, en las aduanas no entendían nada», señala divertido Thomas Engelbert. «Esta pieza habla de los excesos absurdos de siglos de producción y consumismo», señala.
Antiguos mineros de Waterschei
Una asociación de antiguos mineros de la zona tiene espacio en el edificio de Waterschei, donde miman su pequeño museo regional. Reciben a los visitantes con su mejor sonrisa y les ofrecen sus cervezas caseras. Cuando conocieron la noticia de la llegada de la bienal de arte sintieron cierto escepticismo pero, una vez que se encontraron, decidieron trabajar todos a una. Engelbert reconocer que son personas muy colaborativas y amables. Además han descubierto que gracias a Manifesta «pueden llegar a un público mucho más amplio».
Esta semana los veteranos han recibido una grata sorpresa del Ayuntamiento: ya no tendrán que abandonar el edificio a finales de año. El responsable de producción se siente tremendamente satisfecho, ya que estos mineros fueron «grandes trabajadores hasta que la economía global les cerró sus lugares de trabajo y su identidad quedó destruida». Trabajadores jubilados, que se llaman entre sí ‘kompels’ (compañeros), regentan un pequeño bar junto al museo, que según Engelbert, «es la segunda casa de muchos de los trabajadores de la bienal».
Y así pasarán los años. Cuidando su espacio y defendiendo el recuerdo de la profesión minera, que lo fue todo hace tan sólo tres décadas en la región de Limburgo. Una zona que con el paso del tiempo admite la importancia de la época del carbón y su herencia, no siempre fácil ni exclusivamente positiva.
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