“Hablar en público es un acto de violencia”

Cuando dice esto Rafael Reig se refiere también a la literatura. Arriesgada e inquietante, así es su última novela, ‘Lo que no está escrito’, un relato negro que monopoliza la atención del lector. La trama es un espejo, nos incorpora a la ficción para completar las lagunas, nos delata e…

“Hablar en público es un acto de violencia”

Cuando dice esto Rafael Reig se refiere también a la literatura. Arriesgada e inquietante, así es su última novela, ‘Lo que no está escrito’, un relato negro que monopoliza la atención del lector. La trama es un espejo, nos incorpora a la ficción para completar las lagunas, nos delata e incomoda. “Uno lee con sus miedos”, sentencia. Y eso duele.

Rafael Reig ha vivido en Cuenca, en Colombia, en Estados Unidos, y casi siempre en Madrid. Foto: Rafa Honrubia.

Rafael Reig ha vivido en Cuenca, en Colombia, en Estados Unidos, y casi siempre en Madrid. Foto: Rafa Honrubia.

Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) es irreverente y provocador. Y no lo digo sólo por el bigotillo propio de los hombres de ley y orden que acentúa su rostro, y lo contrasta; también por su literatura, que no contempla hacer dos veces la misma novela; por su compromiso social y político, al que se aferra porque no quiere ser un altavoz de la ideología dominante; porque dejó el diario Público cuando le comunicaron que ya no iba a ser jefe de Opinión, que les venía mejor que hiciera críticas y entrevistas en Cultura («una forma de censura», apunta); porque aguanta como nadie los embistes del “legionario” Pérez-Reverte y, de vez en cuando, le responde con una ironía tal, que hace retroceder en combate al mismísimo Alatriste. “Que ese tipo sea académico… son de esas cosas extrañas que pasan en nuestro país”, remarca. Así es: no le importa levantar ampollas. Dice lo que piensa, y punto.

Por todo ello llegué a la entrevista en guardia. Pero a las puertas del Hotel Astoria de Valencia, donde estos días presenta ‘Lo que no está escrito’(Tusquets), me encontré a un hombre afable, didáctico, ácido y divertido (en algún momento quise decir que me pareció una persona de contrastes, y quizá sea así). Algunos críticos le consideran uno de los autores de mayor frescura y calidad del panorama literario español. “Mis amigos”, dice con modestia. “Hay muchos escritores que escriben el mismo tipo de novela con los mismos recursos. Yo siempre estoy escribiendo una primera novela. No sé si tiene especial mérito pero, desde luego, es una aproximación diferente”.

“Lo más parecido al coco malo o al monstruo que aparece en los armarios de las habitaciones de los niños sería Emilio Botín. No conoce límites la maldad de los bancos”

‘Lo que no está escrito’ es la última de sus muchas primeras novelas. Algunas publicadas, como ‘Autobiografía de Marilyn Monroe’, ‘La fórmula Omega’, ‘Sangre a borbotones’ (Premio de la Crítica de Asturias), ‘Guapa de cara’, ‘Hazañas del capitán Carpeto’, ‘Todo está perdonado’ (VI Premio Tusquets Editores de Novela en 2010) y el exitoso ‘Manual de literatura para caníbales’, donde se asoma a la historia de la literatura con irreverencia, por supuesto, y con la hondura literaria y la pedagogía adquiridas a lo largo de una vida dando clases en universidades, institutos de enseñanza media y, actualmente, en la escuela de creación literaria Hotel Kafka.

La trama de ‘Lo que no está escrito’ comienza cuando Carlos, padre divorciado, recoge a su hijo de 14 años para pasar un fin de semana de excursión en la sierra de Guadarrama y deja el manuscrito de una novela que acaba de terminar a su exmujer, Carmen. La lectura de este documento, una novela negra de extorsión y bajos fondos, será para Carmen reveladora de las intenciones de su exmarido. Los distintos narradores se atraviesan, como un fuego cruzado, en un retrato de la incomunicación que escarba en la naturaleza humana y en la familia. Una historia desasosegante y profunda.

Portada de 'Lo que no está escrito'. Foto: Tusquets Editores.

Portada de ‘Lo que no está escrito’. Foto: Tusquets Editores.

¿Cómo se escribe ‘Lo que no está escrito’? “Lo escribes tú al leer. El autor tiene poder y, por tanto, una responsabilidad. Hablar en público es un acto de violencia. Tienes que conseguir que los demás dejen de hacer algo para que te escuchen. Hablar en público para no decir nada o decir una trivialidad es una idiotez. Lo que no está escrito es la resistencia a ese poder, el autor puede querer decir una cosa pero el lector lee otra. Cuando uno lee, lo hace con sus miedos, con su experiencia vital, con sus lecturas”, responde el escritor asturiano.

Zarandeas la institución familiar en el libro. Hay un compromiso social y político más o menos explícito en ‘Lo que no está escrito’, le comento. “Es indispensable. El compromiso social y político lo vas a tener siempre aunque no lo sepas. Yo prefiero tenerlos sabiéndolo y no que me lo impongan sin saberlo. Si estás escribiendo una novela en la que sólo tratas de literatura, lo que estás haciendo es dejarte piratear la novela por la ideología dominante. Eres igual de comprometido pero ni siquiera sabes con qué. La ideología dominante es como las gafas. No ves si las gafas están sucias o no, lo tienes que ver desde fuera. Tienes que quitártelas para ver que están llenas de mierda”.

Atracar un banco o fundarlo

En otro pasaje de la novela el Letrado, uno de los personajes más oscuros del libro, dice que “no hay ninguna diferencia entre atracar un banco o fundarlo”. ¿Cómo ve esto el autor?, pregunto. “Eso lo decía Bertolt Brecht en ‘La ópera de los tres centavos’. Y es verdad. Es un acto delictivo. Es muy simple pensar que los únicos malos son los bancos. Pero desde luego son muy malos”, dice mientras dibuja una sonrisa pícara y contagiosa. Y continúa en ese tono: “Lo más parecido al coco malo o al monstruo que aparece en los armarios de las habitaciones de los niños sería Emilio Botín. No conoce límites la maldad de los bancos”.

“Los de arriba tienen acceso a todas las formas de violencia, las utilizan constantemente, sistemáticamente y con muchísima eficacia”

“Se dice que las manifestaciones son violentas y es verdad, pero no se habla de la violencia diaria que ejerce el poder. ¿Un sueldo de 400 a 700 euros no es violento? ¿Un ERE no es violento? Hay violencia en todos lados. Los de abajo la única forma de violencia que tienen es la fuerza, a menudo la fuerza bruta. Los de arriba tienen acceso a todas las formas de violencia, las utilizan constantemente, sistemáticamente y con muchísima eficacia. Hay quien dice que la verdadera revolución la están haciendo los ricos. Es paradójico y estúpido, pero es verdad. El grado de desvergüenza al que hemos llegado es tan impresionante que es casi revolucionario”, explica. Entonces, ¿qué hacemos para solucionar el entuerto?, insisto. “Hay que mirar todo con cierto talante insurreccional”. Me conformo. Es una buena respuesta.