¿Por qué envejecemos? La biología lleva décadas intentando confeccionar el puzzle de la vejez y armar una teoría unificada. Algunas partes empiezan a encajar en un tablero todavía yermo. Un estudio de la Universitat de València dispuso la semana pasada una pieza muy valiosa en el rompecabezas: las personas centenarias comparten más genes con los jóvenes que con los octogenarios.
Esta investigación, liderada por José Viña, catedrático de Fisiología de la Universitat de València y coordinador de la línea de Investigación de Metabolismo y Daño Orgánico del Incliva, se llevó a cabo con una treintena de pacientes durante tres años. El resultado es revelador. Las personas centenarias tienen más similitudes a nivel molecular con los menores de 30 años que con los ancianos. “Probablemente se debe a que los centenarios son supervivientes capaces de mantener la regulación genética”, explica este pionero de la gerontología en España. “Ahora estamos investigando el porqué”.
El pistoletazo de salida para elaborar este estudio, cuyas conclusiones se han publicado recientemente en ‘Nature Scientific Reports’, lo detona el óptimo estado físico y mental que presentan un gran número de ancianos al llegar a los cien años. Los investigadores han estudiado el estrés oxidativo (la oxidación, al igual que ocurre con los metales, es una de las reacciones responsables del deterioro de nuestras células), los niveles de un factor de crecimiento nervioso (en concreto el llamado BDNF) y algunos rasgos genéticos de personas centenarias en comparación con un grupo de octogenarios y otro grupo de treintañeros.
La investigación concluye que las personas centenarias tienen menos estrés oxidativo que las octogenarias y, de hecho, éste es muy similar al de los treintañeros; los niveles del factor de crecimiento neuronal son superiores en centenarios y jóvenes en relación con los octogenarios; por último, la expresión de unas pequeñas moléculas reguladoras de RNA (llamadas microRNAs) es muy parecida en personas centenarias y en jóvenes y, a su vez, distinta a la de los ancianos de 80 años. “Podríamos estar ante una muestra de genes de longevidad extrema”, subraya Viña.
Prolongar la vida media un 24%
Con tales datos se abren nuevas perspectivas en las conocidas como terapias génicas de longevidad, que buscan ralentizar el reloj biológico y lograr un envejecimiento más saludable y menos dramático. Hasta el momento, sólo el equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), dirigido por la alicantina María Blasco, ha conseguido combatir el envejecimiento mediante terapia génica. Pero en ratones. Diversos estudios anteriores demostraron la capacidad de alargar la vida media en numerosas especies pero actuando sobre los genes en su fase embrionaria. Sin embargo, Blasco logró prolongar la vida media de roedores adultos un 24% con un sólo tratamiento e, incluso, mejoró su salud.
La investigación del CNIO, que se dio a conocer en mayo de 2012, introdujo en las células del organismo de los animales el gen de la telomerasa. Esta enzima repara los extremos de los cromosomas (telómeros) y frena el reloj biológico. El trabajo, según Blasco, “demuestra que es posible desarrollar una terapia génica antienvejecimiento con telomerasa sin aumentar por ello la incidencia de cáncer”. El gen de la telomerasa sólo está activo en la mayoría de células antes del nacimiento. En un organismo adulto, salvo excepciones, las células carecen de este gen. Las excepciones son las células madre adultas y las cancerígenas. La telomerasa es clave para la división sin límite e inmortalidad de las células tumorales. Debido a esta amenaza siempre ha existido una barrera a la hora de utilizar esta estrategia antienvejecimiento.
José Viña desconfía de la aplicación en humanos de este experimento. “A mí me parece una barbaridad aplicarla ahora a personas. Faltan décadas para poder recomendar la terapia génica. Hoy en día no es una opción porque tiene demasiados inconvenientes”, señala el profesor, aunque destaca la importancia de detectar los genes implicados en la longevidad para poner en marcha estas terapias en un futuro.
«En la longevidad extrema es predominante la genética. Para la longevidad habitual, tienen una gran importancia el estilo de vida saludable, que puede alargar la vida 14 años»
El catedrático de la UV, además de la regulación de genes de personas centenarias, estudia la influencia de la alimentación y el ejercicio en los genes de la longevidad. Y la eterna pregunta: ¿Es cuestión de genes o de estilo de vida llegar a viejos? “En la longevidad extrema es predominante la genética. Sin embargo, para la longevidad habitual, tienen una gran importancia el estilo de vida saludable, que puede alargar la vida 14 años”, responde.
Foto de portada: Orlando Sarensen.
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