Una nueva generación de papás y mamás ha tomado el relevo de la crianza de apego y con conciencia ecológica. La norma de ‘las 3 erres’ (reduce, recicla y reutiliza) ha llegado a los artículos para bebés: carritos ‘made in Europe’, pañales de tela o juguetes de segunda mano. Implica tiempo, esfuerzo y menor comodidad para los padres, pero a corto plazo el bolsillo y el planeta lo agradecen.

Pañales de tela, con colores y ‘dibus’. Foto: M. G.
Si algo bueno ha traído la crisis es tiempo libre (léase con ironía). Aunque sea por imposición, muchas familias se encuentran hoy más predispuestas a reflexionar sobre las prioridades que nos fijamos en la vida y a cuestionar la manera en la que, en los últimos años, hemos dado respuesta a nuestras verdaderas necesidades: siempre con prisas y confiando a los avances tecnológicos y científicos la resolución de nuestras preocupaciones más cotidianas. Y ahora resulta que, tal vez, la respuesta estaba en volver a lo natural.
Ésa es la reflexión que han hecho Kike y Silvia, una joven pareja valenciana que dentro de un mes tendrá a su primera hija, Olivia. Conscientes desde antes de saber que iban a ser padres de las consecuencias que tienen los hábitos de vida y consumo en la sociedad y en el planeta, empezaron a buscar información sobre la crianza de su pequeña desde un punto de vista ecológico y sostenible, y tomando como referencia la llamada ‘ética de los cuidados’, que pone en el centro la vida de las personas, busca un desarrollo completo de cada persona como ser físico y emocional, y promueve el cuidado del planeta desde todos los estamentos. Esta búsqueda no es sencilla. «Es necesario desaprender, leer y descartar mucho, poner en cuestión las corrientes mayoritarias, las campañas publicitarias e, incluso, los consejos familiares», explican.
Algo que Kike y Silvia tenían muy claro desde el principio era el tema de los pañales. Teniendo en cuenta que el uso de pañales se puede extender hasta pasados los dos años de vida, una familia se gastará, según la Organización de Consumidores y Usuarios, más de 1.000 euros en un producto que tiene plásticos y químicos no biodegradables y que irritan la piel del bebé. Buscando alternativas, la pareja llegó a Kanguret, una tienda en Valencia regentada por Ana Cárdenas.
Abrazos, teta y pañales de tela
Ana, de 31 años y madre de Paula (ocho) y Dennis (cuatro), es una de esas mamás autodidactas que cuestiona el conocimiento heredado y busca una crianza con conciencia. Su máxima es que el bebé sólo necesita «abrazos y teta». Con su segundo hijo llegó una época más creativa para Ana: confección de portabebés, edición de un blog y apertura de una tienda ‘online’ a la que siguió, en diciembre de 2012, la tienda física («da más confianza que internet»). En su establecimiento vende pañales de tela, que defiende comparando su coste a largo plazo (hasta un 80% menos de gasto que con los desechables) y poniendo ejemplos como el del Ayuntamiento de Donosti que a falta de cheques-bebé regala packs de pañales reutilizables para fomentar la natalidad y, de paso, ahorrarse la quema de tanta basura.
Hasta que el bebé tenga dos años, cada familia se gasta de media 1.000 euros sólo en pañales. La opción de usar de tela es más barata y respetuosa con el medio ambiente
Otros artículos que Kike y Silvia conocieron en Kanguret son, por ejemplo, el fular portabebés para acurrucar a la recién nacida en la posición más natural para ella (y que da nombre a la tienda), la bañera Shantala, que necesita mucha menos agua y reproduce la posición del bebé en el útero, lo que le evita molestias como cólicos, o una línea de orinales, alzadores y utensilios para comer fabricados a partir de una fibra vegetal, por lo que cuando ya no sirven se pueden enterrar y sirven de abono para las plantas. Además, Ana forma parte del equipo Red Canguro en Valencia, una organización sin ánimo de lucro que promueve y asesora sobre lactancia materna y crianza de apego.

Ana, en su tienda Kanguret, uno de los locales más completos especializados en productos ecológicos para bebés. Foto: M. G.
Gracias al contacto con Ana y con el centro Lakshmi de yoga para embarazadas, la pareja prosiguió su búsqueda de «lo más natural». «Descubrimos que la mayoría de cremas más comerciales están compuestas por agentes químicos que no respetan la piel del bebé», cuentan. «Además, con el uso de pañales de tela no hace falta tantos potingues, puesto que la piel no se irrita tanto». También buscaron cunas de colecho, para dormir con su pequeña durante los primeros meses, fabricadas en madera sin tratar y respetuosa con el medio ambiente.
Bebé ecológico y económico
La cuna abrió otro abanico de preguntas. ¿Sabemos quién fabrica lo que compramos? No sólo en artículos textiles (es un dilema que despunta cuando ocurren desgracias como el derrumbe de una fábrica en Bangladesh, que costó la vida de casi 400 personas), sino en todo lo que consumimos. Así, Kike y Silvia se encontraron con que, de las distintas marcas de carritos de bebé que se pueden comprar en Valencia sólo una, Bebecar, está fabricada en la Unión Europea. Las demás son ‘Made in China’, con las dudas sobre las condiciones laborales de las personas que han trabajado en ello y la calidad de los acabados que ello despierta.

Eugenia, entre todo lo que se puede encontrar en NenEco. Foto: M. G.
Pero una crianza con conciencia tampoco se desentiende del destino de todas esas cosas que nuestros bebés ya no necesitan o utilizan. En esta línea van naciendo proyectos de compra-venta de artículos de segunda mano. Algunos on-line, pocos en la calle. Un ejemplo de estas iniciativas es la tienda NenEco cuya propietaria, Eugenia Gómez, asegura que con su comercio «todo el mundo sale beneficiado: la persona que compra, la que lo ha traído para vender, el medio ambiente y yo», por ese orden.
Eugenia abrió la tienda hace poco más de un año, inspirada por un establecimiento similar que su hermano había visto en Barcelona y ante la orfandad de este tipo de negocio en Valencia. NenEco tiene de todo: carritos, cunas, juguetes, ropa, calientabiberones… Tiene incluso cola de familias esperando que se le vacíe un poco la tienda para llevar sus objetos y venderlos. Cada artículo se vende, como máximo, a la mitad de su precio en tienda, y de ese precio de venta el antiguo propietario recibe la mitad. Es una manera de recuperar parte del dinero gastado, y para quien lo compre, de obtenerlo mucho más barato y siempre en buen estado. Aquello que, pasado un tiempo, no se venda, y si la persona que lo ha llevado está de acuerdo, se dona a la ONG Proyecto Vivir, que trabaja con mujeres en riesgo de exclusión social.
El objetivo que persigue NenEco es triple. Ecológico, puesto que con este sistema será necesario fabricar menos artículos de bebé y se generarán menos residuos. Económico, ya que permite ahorrar o recuperar algo de dinero. Y educativo, ya que contribuye a generar en las pequeñas generaciones valores de cuidado de los objetos y del medio ambiente. De estos objetivos, dice Eugenia, la mayoría de la gente que vende o compra en su tienda lo hace movida por los dos primeros. Cada vez, más por el segundo. Pero también tomando conciencia de que, durante un tiempo, nuestros bebés han estado saturados de cosas que ni siquiera han llegado a usar.

Kike, Silvia y la pequeña Olivia, a la que le falta poco para nacer. Foto: M. G.
Cambio de tendencia
Más de una persona, al llegar hasta aquí, se preguntará ¿tan mal lo hemos hecho antes? ¿Tan equivocadas estaban nuestras amigas primerizas, nuestras hermanas mayores, incluso nuestras madres? Cada época tiene sus teorías predominantes. Tanto Kike y Silvia como Ana apuntan varios motivos para este cambio de mentalidad. Primero, el ritmo de vida. En los últimos años, los de crecimiento económico, el trabajo ha absorbido gran parte de nuestro tiempo y hemos pensado que, con dinero y tecnología, estaba todo solucionado. Sobre todo, si la prioridad era la comodidad y la rapidez. En segundo lugar, el conocimiento. Internet pone a nuestra disposición todo lo que queramos saber, información incluso contradictoria que hay que saber interpretar, pero el resultado es que el médico, a veces influenciado (cuando no presionado) por las marcas, ya no es la única autoridad. La red también ha permitido que muchas mamás con preguntas similares pudieran ponerse en contacto para compartir respuestas. Y por último, la crisis. Con menos dinero para comprar multitud de cachivaches, buscamos alternativas y valoramos más el tiempo que pasamos con nuestros hijos e hijas. «Un hijo o hija», dicen los futuros papá y mamá, «es algo demasiado importante como para tomar una decisión sobre él/ella, por insignificante que parezca, sin reflexionarla».
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