“Los afectos que se muestran en la novela son un reflejo de la situación actual de crisis”, acierta a decir el escritor José Ovejero (Madrid, 1958) después de unos cuantos minutos de charla en el hotel de Valencia donde ha recalado para presentar su último trabajo ‘La invención del amor’ (Alfaguara).
Lo hace cansado, asintiendo amablemente a las apreciaciones del lector y explicando con paciencia algunas claves de su último libro, que le ha valido el premio Alfaguara de Novela 2013 y en el que elabora un thriller a partir de una relación de pareja inexistente. No es para menos: el día anterior, la promoción fue en Bilbao. Y estas dos semanas le espera el maratón de firmas de la Feria del Libro de Madrid. Por eso, fiel a su intención primigenia, Ovejero prefiere formular preguntas antes que resolverlas. Hasta que toca hablar del comportamiento de los personajes. Es entonces cuando, lejos de percepciones externas, se lanza a radiografiar la sociedad española. “Esta novela está teñida del desencanto, de la falta de futuro, del individualismo, del miedo y de la sensación reinante de ‘lo mejor que me puede pasar es que no me pase nada”, espeta, “como el clima político social de estos días”.
‘La invención del amor’ está teñida del clima social de estos días: desencanto, falta de futuro, individualismo o miedo
Para ponernos en situación, Samuel, el protagonista del libro, transforma su vida a partir de una llamada en la que le comunican que una chica ha muerto. Él no la conoce, pero se hará pasar por lo que todos creen que era: su amante. A partir de ahí se origina un suspense que mezcla mentiras y cambios de identidad en escenarios del centro de la capital. “Me gustaba la idea de que el relato no se desarrollara en una burbuja, sino en un lugar con más aristas. Y Madrid es una ciudad con aristas”, justifica el autor de ‘La ética de la crueldad’, con el que ganó el premio Anagrama de Ensayo en 2012. “No hay forma de contar una historia de amor, o de lo que sea, sin un contexto”, añade.
Este tejido social es el del miedo al compromiso o a “la sana reacción de cualquier ser vivo ante el peligro”, en boca de Samuel. El de una indiferencia devastadora. “La invención de la que se habla tiene una parte metafórica, porque es la que nos pone en contacto con nuestras necesidades, con nuestros instintos”, argumenta. “Los únicos que están imaginando algo en este país son los del 15-M”, afirma a continuación, “que han sido capaces de pensar, de crear una ficción”. “No va a ocurrir, pero da igual: lo están soñando y pueden llegar a otros sitios fuera de lo establecido”, concluye esperanzador.
“Facebook o Twitter no son más que otras formas de constituir fantasías sobre nosotros mismos”, señala Ovejero
Estas observaciones también tienen hueco en la novela. Uno de los personaje sostiene que “las crisis las pasan las clases bajas y, si vienen mal dadas, las medias”. Y Ovejero llega un poco más allá: “La clase media, como todas, es una clase relativamente egoísta: mientras los palos están abajo no se queja, pero cuando les alcanza llega el descontento político”.
Una sensación que se traslada al terreno emocional. Los personajes de la novela deambulan entre la inconsistencia y el fracaso sentimental. Y eso que el autor de ‘La comedia salvaje’ jamás quiso teorizar sobre una palabra, amor, tan manoseada “como una moneda en la que no se distingue el relieve”. La trama se forja en torno a interpretaciones ajenas a la persona. “Cada uno de nosotros, sin llegar a algo patológico, tiene muchas personalidades”, expone. “En el libro, la mujer que falta está construida a partir de los otros”.
Este juego de identidades, reconoce, tiene en el presente un aliado extraordinario: las redes sociales. “Facebook o Twitter no son más que otras formas de constituir fantasías sobre nosotros mismos”, apunta, “pero cuando había fotos físicas pasaba lo mismo: eran un retrato de tus momentos felices. Los tristes, sin embargo, los inmortalizas con más intensidad”. “A veces me preguntan si recuerdo la infancia”, reanuda, “y yo digo que me acuerdo de lo que me cuentan de la infancia”.
Y así, con una mezcla entre timidez y extenuación, José Ovejero se despide de forma generosa hacia el taxi que le llevará a la siguiente entrevista. Una acción a la que debería estar acostumbrado después de publicar a una velocidad de más de un libro por año sin homogeneidad de géneros: ensayo, libro de viajes o novela. “También uno de poemas”, añade, “porque la función de un escritor es investigar siempre nuevos caminos”.
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