La estupidez como épica

El alpinista Simón Elías reúne algunos de sus siete años de artículos en el libro ‘Alpinismo bisexual y otros escritos de altura’, un recorrido por ciudades como Katmandú, Kabul, Ginebra o Estambul, pero con Logroño como eje sobre el que pivotar. Aunque su hábitat sea la montaña, Simón Elías busca…

La estupidez como épica

El alpinista Simón Elías reúne algunos de sus siete años de artículos en el libro ‘Alpinismo bisexual y otros escritos de altura’, un recorrido por ciudades como Katmandú, Kabul, Ginebra o Estambul, pero con Logroño como eje sobre el que pivotar.

Portada de ‘Alpinismo bisexual y otros escritos de altura’.

Portada de ‘Alpinismo bisexual y otros escritos de altura’.

Aunque su hábitat sea la montaña, Simón Elías busca la grandeza en los tiempos muertos que acompañan la ascensión. En esa paja que suelen obviar los escritos de aventureros. Horas muertas en aeropuertos, visitas fugaces al hogar materno o días de espera ante el paso de una tormenta. Es lo que este alpinista y escritor nacido hace 38 años en Logroño define como «convertir la épica en un acto estúpido y la estupidez en un acto épico». Y lo que traslada habitualmente a sus artículos en prensa especializada, recopilados ahora en el libro ‘Alpinismo bisexual y otros escritos de altura’ (Pepitas de calabaza, 2013).

«Son textos que mantienen un orden y donde la cordillera es un decorado», explica por teléfono el autor, inmerso en una promoción que se adapta al estrecho tiempo libre de un guía de montaña alérgico al sedentarismo. Parece mentira: por las páginas del volumen transitan ciudades como Katmandú, Kabul, Ginebra o Estambul, pero es una «capital de provincia» como Logroño la que ejerce de satélite. «Las aventuras más épicas suceden en mi ciudad, que ordena mi caos geográfico», avisa, «y me sirve de pequeño homenaje a mi madre, que pasa once meses y medio allí, en casa, descontando los días que tiene que salir para ir al dentista».

La presencia de su madre (igual que la de las imágenes que le acompañaron en esa patria llamada infancia) sirve también como colofón a un relato elíptico que amanece en el «arresto domiciliario» del autor y se acuesta junto a su hermano en un sillón familiar. Una suerte de placenta compartida a pesar de la vida nómada de Elías desde hace dos décadas. «Ha habido una progresión en mi forma de ver las cosas», reconoce. El alpinista ha llegado a la conclusión de que «la gracia está al margen de la montaña» y de que, como sentencia en el libro, «la aventura es un estado mental». «He ido buscando qué mirada darle después de muchas horas de ordenador, de lecturas y de conversaciones», resume.

Un camino en primera persona

¿Y qué ha conseguido? Una narración en primera persona que, según el editor Emilio Blaxqui, se enmarca dentro de la tradición literaria de «quienes gustan escribir con manoplas: la salvaje y temeraria estirpe de los poetas en acción». A lo Arthur Cravan o Rimbaud, vaya. «No llego tan lejos», ríe Elías. «Hablo del camino recorrido hasta construir un estado mental donde la aventura es la misma en Logroño o en Karachi», apunta. «A partir de esa acción de observar y vivir (que no exclusivamente de la reflexión) busco el toque literario. Si no, no escribiría», dice.

«Hablo del camino recorrido hasta construir un estado mental donde la aventura es la misma en Logroño o en Karachi», apunta Elías

De hecho, el alpinista asume que no es capaz de convertir en ficción un romance en una travesía a 8.000 metros de altitud o una huida novelada. «No soy un tipo imaginativo, pero copio bien un chiste que escucho en un bar o una conversación en el metro», responde. «Todo lo que escribo es literatura de la experiencia. Y para eso hay que enfrentarse a la aventura». Esa transcripción no está exenta de la ironía y el humor de alguien que vive en una continua paradoja: «Puede que sea el español que más viaja, ¡y tengo dos casas!».

Elías, en una de sus expediciones de montaña. Foto: simoelias.com

Elías, en una de sus expediciones de montaña. Foto: simoelias.com

«Este libro arriesga en cada página lo que un montañista en cada metro ganado, y eso es obra de un equilibrista sensacional y entretenido que no solo ha vivido lo que ha escrito sino que amenaza con escribirlo aún mejor que lo ha vivido”, acredita en el epílogo Manuel Jabois, una de las referencias de Simón Elías. «Estamos hartos de historias épicas, que llenan todas las estanterías», repite el autor. «Me interesa más el humor, que nos hace partícipe a todos». Esa premisa ha sido la decisiva a la hora de seleccionar entre centenares de columnas aquellas que incluyeran a un público más amplio.

No hace falta explicarlo. Cada uno de los «escritos de altura» que componen este ejemplar recogen una anécdota que, independientemente del paraje, transforman lo exótico en cotidiano. Volviendo, otra vez, a esa épica de lo estúpido. Desde una mañana de resaca hasta una mudanza, que Elías vierte así: «La rutina de meter todo en cajas, olvidar algo realmente importante, la distancia entre un punto de partida y otro de destino… el olor a amoniaco en los urinarios de las gasolineras».

«Estamos hartos de historias épicas. Me interesa más el humor, que nos hace partícipe a todos», repite el autor

Sebastián Álvaro, creador de ‘Al filo de lo imposible’, enumera en el prólogo cómo prefiere a los «tipos inteligentes, transgresores, capaces de seguir los pasos de los rudos británicos que fueron los aventureros perfectos, espías, literatos, pintores, músicos, doctores o militares, que mantenían el tipo, muriéndose de frío, mientras salían a dar una vuelta perdiéndose en medio de la tormenta». Algo que Simón Elías separa humildemente de su biografía y que sintetiza en lo que podría englobar todas sus narraciones: «He aprendido a tratar igual a un beduino que a una tendera de la calle Mayor de mi pueblo. Porque la sensación de estar en casa o fuera es lo mismo: un viaje continuo».