¿Con qué me lavo?

Aluminio para las axilas, petróleo para la cara y unas gotas de conservante para el cabello. ¿Quién se atrevería a seguir semejante ritual de aseo personal? Pues muchos lo hacemos a diario sin saberlo. Son algunos de los ingredientes de desodorantes, cremas o champús, aditivos químicos de la cosmética convencional…

¿Con qué me lavo?

Aluminio para las axilas, petróleo para la cara y unas gotas de conservante para el cabello. ¿Quién se atrevería a seguir semejante ritual de aseo personal? Pues muchos lo hacemos a diario sin saberlo. Son algunos de los ingredientes de desodorantes, cremas o champús, aditivos químicos de la cosmética convencional con efectos sobre el organismo que despiertan muchas suspicacias.

¿Sabemos realmente de qué están compuestos nuestros cosméticos?

¿Sabemos realmente de qué están compuestos nuestros cosméticos?

Sólo hay que abrir el armario del cuarto de baño, coger cualquier bote y perderse en la lista de ingredientes. Puede variar de cinco a 60, todos en latín, y a cada cual más complejo. Como alguien se tome la molestia de investigar, tratar de averiguar qué son o qué efectos tienen y emprenda su búsqueda por Internet, está perdido. Parabenos, ftalatos, aluminio, fenoles, aceites minerales y fragancias aparecen en todas las listas negras como productos tóxicos, irritantes o peligrosos para nuestra salud. Seguro que al menos uno va a aparecer en cualquiera de nuestros productos.

Si aparecen, es porque están autorizados y su uso, permitido por la Agencia Española del Medicamento lo que les presupone cierto grado de seguridad. Aún así, y a pesar de que antes de su lanzamiento son testados y supuestamente sometidos a rigurosos controles de seguridad, cada año se retiran del mercado lotes o productos cuya aplicación puede entrañar algún riesgo. Se calcula que de media usamos nueve productos cosméticos al día ¿podemos seguir haciéndolo con tranquilidad?

El negocio es el negocio

La mala fama precede a ftalatos (plastificantes), parabenos (conservantes antibacterianos) o aceites minerales (derivados del petróleo como la parafina o la glicerina que sirven de humectantes). En general, se trata de conservantes, emolientes, espesantes, colorantes o perfumes que los “hacen más baratos, más fáciles de manejar y más agradables, lo que favorece su comercialización” según sostiene Miguel Server, gerente de Natural Solter, una empresa de Benitatxell dedicada a la cosmética natural y ecológica desde 1998.

Server lo tiene claro y, como usuario, siempre se decantaría por una alternativa natural, aunque se muestra prudente a la hora de enumerar los riesgos de esos aditivos químicos tan cuestionados en los últimos años: “aunque están muy mal vistos, están autorizados. A nuestro alrededor, en el aire, en la comida, hay tanta porquería que yo dudo que un cosmético por sí solo pueda llegar a producir cáncer o a ser tan nocivo como dicen algunos”. Ana Aguado, vocal de dermofarmacia del Colegio de farmacéuticos de Alicante destaca los estrictos controles a que son sometidos los cosméticos en la Unión Europea: “están totalmente regulados y controlados”.

«A nuestro alrededor, en el aire, en la comida, hay tanta porquería que yo dudo que un cosmético por sí solo pueda llegar a producir cáncer o a ser tan nocivo como dicen algunos»

Para la OCU, el problema radica en el ‘efecto suma’: “la ley impone unos límites para algunos componentes, que hemos podido comprobar que se respetan. Lo más preocupante es que la regulación de los cosméticos no tiene en cuenta el riesgo de exposición múltiple o combinada”. Hay que tener en cuenta que algunos de estos aditivos también podemos encontrarlos en comida, en productos de limpieza o en recipientes de uso cotidiano.

Más investigación

frascosEl farmacéutico Francisco Alamanzón señala que “ni siquiera se pueden llegar a analizar, no hay aparatos que nos permitan medir el nivel de estas sustancias en el cuerpo. El organismo está preparado para liberarse de posibles restos. Por otra parte, como la gran mayoría son liposolubles, se quedan acumulados en la grasa, donde puede permanecer almacenados de por vida. El problema se da cuando hay una pérdida rápida de peso. Al perderse la grasa, esas sustancias se liberan y se pueden almacenar en diferentes órganos”.

“Los laboratorios emplean más dinero en detectar problemas que en demostrar la eficacia de los productos «, cuenta Alamanzón, «la cuestión está en que el peso de la investigación recae sobre la iniciativa privada, que busca amortizar los productos muy rápidamente. A nivel público se ha dejado de investigar”. Aguado confirma: “Se busca un producto eficaz, pero sobre todo seguro”.

¿Cómo se explica que tras su venta al público sea necesario retirar algunos productos? La mala praxis existe a pesar de los controles. Y luego está la estadística de mercado: “sirve para detectar muchos fallos. La mejor investigación, «apunta Almanzón, «se produce cuando un producto ya está en el mercado y lo emplean miles de personas”.

Sin hacer saltar las alarmas, la OCU exige cosméticos más seguros y resalta la necesidad de una mayor investigación en este campo teniendo en cuenta la presencia masiva de estos componentes en la vida cotidiana.

Componentes frecuentes en cosmética y algunos de los efectos que se les atribuyen

Componentes frecuentes en cosmética y algunos de los efectos que se les atribuyen.

Ojo a la etiqueta

Si alguien se anima a leer las etiquetas antes de comprar un gel o un desodorante, le conviene saber que los ingredientes se ordenan según su porcentaje: de más a menos. En el primer tercio de la lista se concentra prácticamente el 90% de la composición de modo que si en la publicidad se destaca un ingrediente que aparece al final, su presencia es testimonial. Menos es más, así que es preferible optar por productos con una lista de ingredientes breve.

La cosmética natural nos permite huir de compuestos químicos. Su demanda va en aumento. Server apunta un crecimiento del 40%-50% en los últimos cinco años (supone un 4% del total de la industria cosmética). Alerta sobre engaños en productos supuestamente ecológicos y asegura que sólo aquellos con sellos de certificadoras nos garantizan que estamos comprando algo que realmente puede considerarse natural y/o ecológico.

La OCU advierte acerca del ‘marketing negativo’ de productos con reclamos del tipo ‘sin parabenos’ o ‘sin siliconas’, una estrategia comercial que incide en lo que no tiene, desviando la atención de aquello que sí tiene y nos conviene saber. La vocal del Colegio alicantino vaticina que esta práctica se prohibirá en breve.