La sala está oscura. Sólo la tenue luz de una lamparilla alumbra el atril en el centro de la estancia. Una persona se encuentra inclinada hacia delante sobre él. Enfrente, una pantalla le devuelve la imagen de un personaje de cine. El actor de doblaje anota una última inflexión vocal. La película vuelve a ponerse en marcha.
El doblaje no es una profesión rutinaria, pero sí hay un proceso a la hora de abordar la película o serie que se va a trabajar. “Se pone el take —un fragmento de la película de diez a treinta segundos—, se escucha, se ensaya y después se graba”, explica Eduardo Gutierrez, actor y director de doblaje. “Algunos días no se trabaja nada, y otros hay que ir saltando de estudio a estudio cada dos horas; cada día es distinto”, añade el que también es la voz de Stewie de ‘Padre de familia’.
Pero lo que no es habitual es que los actores de doblaje (en ningún caso dobladores, un término que no les gusta) protagonicen alguna noticia en los medios de comunicación. Al contrario, se mantienen siempre en el anonimato. “Lo que hay que hacer es que la gente disfrute de las pelis como si pensara que estuviera escuchando la versión del director. Si se reconoce la voz de quien lo está haciendo… algo no hemos hecho bien”, reconoce Gutierrez y lo corrobora Rodri Martín, voz del protagonista de ‘Jake y los Piratas de Nunca Jamás’ de Disney, al decir que su trabajo es “pasar desapercibidos”.
En busca del consenso
Quizá por esta férrea convicción que comparten la mayoría de profesionales del sector supone una anomalía que se hayan convertido en portada de periódicos hace unos meses. El motivo que los arrastró a ello fue una huelga cuyo objetivo era mantener sus tablas salariales (equiparadas a las del año 1995) y pedir un nuevo convenio que todavía a día de hoy se está gestionando.
“Lo cierto es que ha sido dura”, admite Gutiérrez, “más todavía para los que hemos vivido otra, como la de 1993, en la que también reivindicábamos un nuevo convenio laboral”. María Jesús Varona, actriz de doblaje y de teatro, se pronuncia también en la misma línea: “Nos teníamos que plantar. Si no llegábamos a un acuerdo suponía perder derechos y sería el final”.
Secundada por un 95% de los actores de doblaje madrileños, la huelga duró dos meses y obligó a paralizar la emisión de varias series, en su mayoría norteamericanas. “Hay trabajos que los pierdes, que son tuyos desde hace años y que de repente desaparecen del estudio donde están porque la distribuidora necesita estrenar eso…”, apunta Eduardo Gutierrez. “No, una huelga no es plato de gusto para nadie”.
Desmontando el doblaje
Ante las exigencias de los actores y actrices de doblaje durante la huelga, el debate acerca de su profesión ha vuelto a ponerse en el punto de mira de la opinión pública. Polémico, cuestionado y poco valorado, ha vuelto a dividir a las personas entre su respaldo o su rechazo. “El caso es que a veces se habla desde el desconocimiento. La mayoría de la gente, por ejemplo, atribuye el doblaje a un invento franquista”, señala Varona, “cuando, en realidad, se instauró en 1932”, durante la Segunda República.
Otros lo tienen muy claro. “Para mí es una traición”, sostiene Fran Benavente, crítico de cine y profesor de Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. “El doblaje traiciona y pervierte la película: el timbre de voz del actor es inseparable de su cuerpo. Incluso en muchas ocasiones se cambian las palabras para que encajen en la boca, como por ejemplo las labiales”, expresa. El cine se contempla como una experiencia global en su opinión: “La voz y el idioma forman parte de una película, de su ritmo”, dice, “si homogeneizamos todo nos dirigimos hacia una indiferenciación en el que no entendemos nada más que las historias que nos cuentan, no vemos la belleza de lo diferente”.
Para María Jesús Varona, al contrario, el doblaje permite “transmitir la cultura”. “Es como si a Shakespeare no se la tradujese… Para aprender un idioma hay que estudiarlo, no solamente ver pelis. ¿O tengo que aprender chino, francés, alemán…?”, sostiene. Rodri Martín enfatiza, en la misma línea, que el doblaje es el “menor de los males”. “A mí me parece más terrible poner subtítulos: no ves la imagen, desperdicias el trabajo de fotografía, el encuadre… El foco de atención que quiere que tengas el director no lo tienes por culpa de los subtítulos, que además tienen un límite de caracteres”. Curiosamente, no es el primero que lo piensa; es conocido que el célebre director de cine Alfred Hichcock prefería antes el doblaje a los subtítulos por considerarlo una “manipulación menor”.
El cineasta Alfred Hichcock prefería antes el doblaje a los subtítulos por considerarlo una “manipulación menor”
La falta de dominio de idiomas en la población española es otro aspecto que salpica el doblaje: ¿seríamos más políglotas si no existiera…? Para Miguel Fuster, profesor Titular de Filología Inglesa de la Universitat de València, es obvio que “no contribuye nada al aprendizaje de idiomas porque al espectador se le priva del acceso directo a la lengua original”. “El doblaje es un contribuyente nato a la conservación del castellano”, sostiene.
“Sin embargo, hay actores españoles a los que es difícil entenderles, como Mario Casas”, apunta Martín. “El doblaje no tiene por qué empeorar una interpretación, en muchos casos la arreglamos”, añade. Además, su anécdota sobre el doblaje de una película húngara en el que los tonos resultaban totalmente inexpresivos respalda su convicción de que en muchas ocasiones dotan de más sentido ciertas interpretaciones. Estas tampoco se hacen de una manera gratuita, como explica Eduardo Gutierrez: “buscamos a actores con alma porque no podemos olvidar que estamos traduciendo también sentimientos”. Para él la técnica no deja de ser mecánica y una parte más del aprendizaje.
Las controversias acerca del doblaje resultan más irónicas si se compara la labor que se hace a nivel nacional con otros países; España, por norma general, recibe muchos elogios por su calidad. “Aquí hay gente que se dedica exclusivamente al doblaje; tenemos una cantera”, apostilla Gutierrez, “no se puede comparar con un actor de teatro, por ejemplo, que esporádicamente una vez al año va a doblar una película”. “Lo que no deja de ser curioso es que muchos actores de teatro o imagen critiquen el doblaje y luego acudan cuando les llama algún estudio, normalmente para hacer alguna película de animación”, reflexiona Martín.
Constantino Romero y Clint Eastwood
En el caso del público infantil o el más mayor resulta evidente que el doblaje supone una cierta facilidad a la hora de entender una película, aunque Fran Benavente considera que, de verse todo en versión original, “sería una cuestión de acostumbrarse”. “Es cierto”, reconoce, “que asociamos la voz de Constantino Romero con Clint Eastwood, por ejemplo, pero porque forma parte de nuestra educación emocional”. “Yo lo que no entiendo es el ataque hacia el mundo del doblaje”, expresa María Jesus Varona, “ya se nos han prohibido muchas cosas: dame la opción de que lo vea como yo quiero”.
“El doblaje no tiene por qué empeorar una interpretación, en muchos casos la arreglamos”, señala Rodri Martín
Los actores de doblaje señalan que no “obligan”, sino que abren una puerta para aquellos que quieran atravesarla. Los detractores cargan contra su función y critican la pérdida de interpretación original y la carencia de idiomas por su culpa. Quizá el equilibrio radique en que, antes de que se apaguen las luces, cada uno decida cómo quiere disfrutar de una película.
Comentarios