Novelista, cuentista, poeta, crítica literaria y traductora en exclusiva del novelista irlandés John Banville/Benjamin Black, Nuria Barrios (Madrid, 1962) también es doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y Master de Periodismo por la UAM/El País. Profesión que descartó por no poder profundizar en las historias. En su último libro de relatos, ‘Ocho centímetros’, ahonda en el dolor cotidiano, nos muestra sus diferentes caras desde la intensidad de la pérdida, pero también desde la ironía y la confrontación con los tabúes que rodean a la muerte. Los escenarios, siempre cotidianos, sitúan al lector muy cerca de la tragedia y, sobre todo, de la fragilidad. Cerca del umbral donde todo puede desmoronarse.
La muerte y el dolor sobrevuelan los 11 relatos de ‘Ocho centímetros’, te obligan a mirarla de frente. ¿Es una forma de entender la pérdida?
Espero que los relatos consigan mostrar la realidad, de una forma distinta a la que estamos habituados.
¿Ha supuesto una ayuda?
No, yo no creo que la literatura ayude a nada, pero sí me ha servido como proceso de reflexión y conocimiento.
¿En qué sentido?
El libro también habla de la enfermedad, de amistades que se rompen y de otras que se refuerzan. A mí, más que la muerte o la enfermedad, me interesaba ver cómo lo vive el entorno del enfermo, cómo la cotidianidad y el desastre van de la mano.
En ‘Ocho centímetros’ habla también del sentimiento de pérdida de la cultura gitana como contraposición a la nuestra ¿Cómo ves las diferentes formas de entender la muerte según qué cultura?
Antes de escribir el libro ya conocía la cultura gitana. Me gusta mucho el flamenco y hubo una época de mi vida que hice muchas entrevistas a artistas flamencos, y a través de ellos conocí a gente relacionada con el culto evangélico. De todas formas, la convivencia con gitanos en los hospitales es algo muy habitual, no sólo en casos de enfermedades también en los nacimientos. Son espacios públicos, allí nos encontramos todos. Personas que ni miras habitualmente y de repente te las encuentras sentadas en la silla de al lado y entablas conversación con ellas. Hay algo muy importante en aquel momento, en su vida y en la tuya que os une, que elimina barreras y prejuicios.
Estructuralmente las primeras historias están enlazadas, algún personaje aparece en varias historias. Hacia la mitad del libro eso deja de pasar y los temas van cambiando. ¿Por qué?
Fue surgiendo así, el ultimo relato que escribí fue el quinto, Hansel y Gretel en la T4. No te puedo decir por qué los primeros relatos tienen una mayor unión. El hecho de que esos relatos estuvieran relacionados tampoco fue premeditado. A veces me sucede con algunas historias: termino un relato y algo de la historia que se me queda en la cabeza. Entonces dejo pasar tiempo para poner a prueba lo que deseo contar. Cuando ha pasado el tiempo y lo que quiero contar no es la continuación de lo que ya he contado sino algo distinto, entonces lo hago.
¿Nunca te planteaste que pudiera surgir una novela de alguna de estas historias?
No. Cuando uno pretende hacer una novela y al final la novela se convierte en relato o al contrario, no funciona nunca. Siempre es una novela fallida o un relato fallido. Para que funcione cada género hay que respetar unas características. Aunque ambos géneros comparten narratividad el relato requiere intensidad, brevedad, tensión y que nada sea gratuito. En la novela no es así. La novela funciona porque tiene una extensión mayor y permite picos de tensión y momentos de tránsito. Un relato no puede tener momentos de tránsito.
Háblame de esa corta distancia que existe entre el dolor y la felicidad.
Es una paradoja. Esos ocho centímetros es una distancia muy corta pero en realidad es una distancia insalvable. A una niña que tenga una pierna ocho centímetros mas corta que la otra eso le afectará durante toda su vida. Para que esa distancia desaparezca haría falta un milagro.
Me he encontrado con muchos autores de relatos, también de la editorial Páginas de Espuma, como Eloy Tizón o Andrés Neuman, que también abordan en el tema de la muerte desde prismas muy diferentes.
Los dos me gustan mucho. Me parecen magníficos escritores. Probablemente, en todos mis libros he tenido como autora una conciencia muy clara de la muerte porque precisamente esa conciencia de la muerte hace que lo que escribo tenga intensidad. Me permite subrayar nuestra vulnerabilidad, nuestro desvalimiento, esto también me permite recurrir al humor y a la ironía.
¿Cuándo empezaste a escribir?
Empecé a escribir poco antes de empezar a publicar. Publiqué mi primer libro con 33 años y fue el primer libro que escribí. Hasta entonces siempre había sido una lectora voraz pero tenía mucho miedo a escribir. Pero se me quitó. Supongo que de repente deseaba hablar de algo: del deseo de las patologías que genera el amor cuando uno no quiere renunciar a él, cuando quiere evitar que desaparezca. Lo tenía en la cabeza, quería contarlo y lo conté. Desde entonces, cada vez que he escrito he funcionado de la misma manera. Cuando algo empieza a obsesionarme y esa obsesión se convierte en necesidad de contar algo es cuando escribo.
Proyectos futuros.
Tengo un libro de poesía muy avanzado. Tengo que traducir a Banville también. A partir de ‘Ocho centímetros’ ha surgido una historia que quizá sea el origen del siguiente libro. En el nivel de la abstracción uno hace cosas espectaculares, así que hasta que realmente no me ponga no digo nada.
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