«El frikismo es un hogar para mucha gente»

Escritora, guionista, locutora de radio, directora de cine, otaku y lolita. Todo eso es Jimina Sabadú. En su último libro saca a relucir la incomprensión y el sufrimiento de los que son diferentes. Y lo hace desde un universo friki muy personal

«El frikismo es un hogar para mucha gente»

Jimina Sabadú (Madrid, 1981) es escritora por encima de todo, así se siente, aunque su carácter multidisciplinar le ha llevado a ser guionista, crítica de cine, locutora de radio, directora de cine, otaku’ y lolita. Siempre friki o ‘freak’, matiza ella, ya que la palabra friki se ha devaluado. En 2010 ganó el Premio Lengua de Trapo con su novela ‘Celacanto’, este año ha recibido el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla con ‘Los supervivientes’ (Algaida Editores), donde habla de las «pequeñas mezquindades» que pasan alrededor de un colegio de Madrid. Un atmósfera opresora prensa estas páginas dirigidas, especialmente, a mostrar el dolor y la incomprensión latente durante aquellos maravillosos años de la infancia y la adolescencia.

¿Qué significan para ti la infancia y la adolescencia?

Es una época en la que se sufre y se disfruta también, pero cuando la pasas te das cuenta de que era una burbuja que ha explotado. Puedes tener problemas pero siempre hay otra persona que gana el dinero por ti, que se encarga de hacer los trámites; si hay un drama siempre puedes romper la baraja, echarte a llorar, decir que no quieres salir de la cama, pero hay un día en el que eso se acaba. El día que te haces cargo de ti mismo ya nada es igual. De repente estamos sujetos a Hacienda, a los bancos… Me interesa esa etapa anterior, en la que te sientes protegido.

¿Cómo fueron esos años en lo personal?

La primera vez que me cambiaron de colegio, el último día que estaba allí fui consciente de que ese pasillo no lo iba a volver a pisar, no iba a tocar nunca esa barandilla, ni ver a los compañeros, aquello se iba para siempre. Y eso que quería irme de allí con todas mis ganas. Me impulsa a escribir sobre esa época saber que lo que se perdió se perdió, que no vas a poder volver atrás por más que te compres 27 muñecos de Espinete o un Naranjito. Puedes rescatar los objetos de tu infancia, pero esos años nunca van a volver. Ni siquiera han desaparecido. Es más, lo que pasó ha dejado de existir. Incluso las personas que recuerdas ya no son las mismas personas, son otras.

En un pasaje del libro una madre le dice a su hijo: “Haz cosas normales”. ¿Crees que en la educación se castiga la diferencia?

Ese diálogo en concreto está sacado de una vez que fui a hablar con el director del primer colegio al que fui porque tenía problemas con todos los niños. Me dijo que el problema lo tenía yo, me decía que no jugaba con ellos. Yo le dije que no me interesaban sus juegos, y creo que no debo estar obligada a jugar si no quería. No creo que el mío fuera un caso aislado. Es lo que se dice en muchos casos. Hay padres y profesores estupendos que animan a los hijos y alumnos a ser quienes son pero hay otros que castigan lo diferente. Todavía, según qué ropa llevo, la gente me señala por la calle. Me parece una tendencia espantosa, más patente en España que en otros países de Europa.

Si tuviera que decir de qué habla la novela diría que de la incomprensión.

Es una buena manera de verlo. Yo la escribí pensando pequeñas mezquindades pero la incompresión abarca más el resultado que el punto de partida. El punto de partida fue la mezquindad y la crueldad. Hay un trato vejatorio y tolerado al que es más frágil.

El lenguaje es muy actual, muy próximo a internet y los foros, un léxico que muchos autores tienden a esconder por estética.

Internet ya forma parte de nuestras vidas y creo que no tiene mucho sentido hacer un libro en el que la gente escribe con Moleskine mientras pasea por el Barrio de las Letras. Es muy irreal. Por estética se puede hacer así, pero si quieres plasmar hechos reales, ignorar internet es un error.

Escritora, guionista, crítica de cine, locutora de radio, directora de cine, etc. ¿Con qué actividad te identificas más?

Con escribir, es la actividad que menos dinero da. Pero si tuviese que elegir una, me quedaría con esa.

Hay una atmósfera muy friki dentro de toda la novela. El frikismo es el origen de la marginación de determinados personajes pero también es un refugio para ellos

El frikismo ha sido y es un hogar para mucha gente. Cuando yo estudiaba recuerdo que mi ilusión era que saliese el siguiente numero de Alita. Hay un pasaje casi al final del libro en el que Juli le enseña un cómic a Johana; este cómic es ‘La piedra en la frente’. Es un cómic que vendió sólo cuatro ejemplares, es un cómic muy olvidado. Le enseña ese y no otro porque Juli es ese tipo de persona. Hay muchos guiños al mundo friki. Miguel Sanz es un friki también. El frikismo es un mundo muy sanador.

El significado de la palabra friki se ha manoseado mucho, ¿qué significa ser friki?

Es que no puedes decir soy friki de las motos, eso no es ser friki.

El frikismo vive del mainstream pero también es underground. ¿Tienes alguna definición?

No, y mira que le doy vueltas, quizá por eso no encuentro una definición. Creo que hoy en día hay que distinguir entre el friki y el ‘freak’, por lo que decía antes. El friki es un tío que se ha bajado ‘Mad Men’ en su ordenador, pero un ‘freak’ es otra cosa, es un tío ‘true’.

¿Te consideras friki?

Bastante. Es mi mundo. A nivel personal me aporta mucho. Recuerdo el día que me instalaron el primer router. Yo no tenía amigos. A través de internet encontré (la plataforma de chat) IRC Hispano e hice amigos que me duran hasta el día de hoy. Para mí era una salida estupenda de lo que vivía a diario, aparte de las horas y horas de entretenimiento, diversión, enriquecimiento personal… Solo pensaba: ‘por favor, quiero llegar a casa’.

¿Crees que la vulgaridad y el éxito social están relacionados de alguna manera?

Digamos que la vulgaridad y la popularidad van muy de la mano.

Como ‘otaku’, supongo que estarás muy al tanto de la cultura japonesa.

Me interesa muchísimo. He sido ‘otaku’, y ahora estoy muy metida en la moda lolita, que está inspirada en lo victoriano y rococó pero pasado por el filtro japonés que aporta una percepción armónica de las cosas, y cierto gusto por la tranquilidad y la inocencia. A veces es muy ‘hardcore’, muy extrema. No todo el mundo se atreve. En España somos unas 300.

Se relaciona a los frikis con gente que no se preocupa por la moda.

Eso ha cambiado a raíz del universo manga y de las mujeres frikis.

¿Qué proyectos futuros tienes?

Voy a dirigir una película, ‘Mondarinas’, es una comedia surrealista con crítica social. Estoy, además, trabajando en dos novelas, una fantástica y otra realista.

Recomiéndanos un libro, una película y un cómic.

Libros diría dos: ‘Curso de librería’ de Fernando San Basilio y ‘Parpadeos’ de Eloy Tizón. Película: ‘Los héroes del mal’ de Zoe Berriatúa, y cómic recomendaría ‘Hakaba Kitaro’ de Shigeru Mizuki.