«Es muy difícil innovar en el audiovisual. El olor incorpora una nueva dimensión»

Raúl Porcar es un ingeniero valenciano que ha pasado toda su vida rodeado de ordenadores. Sin embargo su verdadera obsesión le encontró viendo la tele, el día en que se propuso conseguir que las películas olieran

«Es muy difícil innovar en el audiovisual. El olor incorpora una nueva dimensión»

Nos ha citado en su estudio de Valencia y, tras presentarnos, y casi sin mediar palabra, nos invita a sentarnos y enciende un enorme televisor de plasma. «Creo que lo mejor, antes de que os explique nada, es que comprobéis por vosotros mismos a qué me dedico y qué es Olorama«. Apaga las luces de la sala y en la pantalla aparece Johnny Depp abriendo las puertas de su fábrica de chocolate. Los personajes de ‘Charlie y la fábrica de chocolate’ atraviesan el umbral y al instante percibimos un suave perfume a cacao. A los pocos segundos la acción se desarrolla en una selva y, casi sin darnos cuenta, todo huele a hierba mojada. La siguiente escena, en la que los amigos de Charlie se atiborran de golosinas, tiene aroma de piruletas. El olor me recuerda a mi infancia y, la verdad, podría pasarme toda la mañana oliendo cosas, pero de nuevo se enciende la luz y desaparece la fábrica de dulces de Willy Wonka.

¿Cómo llega alguien a inventar algo así?

Yo soy ingeniero en informática y siempre andaba buscando desarrollar algo rompedor. Un día viendo en la tele ‘El Hormiguero’, en la sección de experimentos les falló algo y se les empezó a llenar el plató de gas apestoso. Pablo Motos comentó entonces que era una lástima que en la televisión no hubiera olor para que la gente se pudiera hacer una idea de lo que estaban pasando allí. Y ahí fue cuando yo también me empecé a interesar sobre el tema del olor en el mundo del audiovisual.

¿Otros antes que tú ya lo habían intentado?

Lo cierto es que sí. De hecho en la historia del cine se comenzó a experimentar antes con el olor que con el sonido. A principios del siglo XX, en 1906 se hicieron experimentos en una sala de cine. Los medios eran muy rudimentarios: unas bolas de algodón impregnadas en aceite de rosas y unos ventiladores propulsando el aroma. Por lo visto la experiencia no acabó de convencer a nadie y se aparcó el proyecto. Más tarde en los años 60 se volvió a probar otro método al que llamaron ‘Smell-O-Vision’, que consistía en instalar unos pequeños tubos en cada asiento y durante la película iban soltando el perfume. En este sistema había también muchos fallos. El primero de ellos era que el perfume te mojaba, y como además eran esencias artificiales el olor se quedaba en la sala durante mucho tiempo y era muy difícil sincronizarlo con la pantalla. Y por supuesto el elevadísimo coste de instalar el sistema de tubos en todos los asientos del cine.

Y cuál ha sido tu solución

En primer lugar había que solucionar el problema de que al olor le cuesta mucho viajar en comparación con la imagen o el sonido. Si tu lanzas un aroma desde un solo punto de la sala, al que esté cerca le llegará enseguida y muy fuerte, y al que esté en las últimas filas le llegará con poca intensidad y cuando la escena ya esté muy avanzada. Con mi sistema el olor se distribuye uniformemente por toda la sala. En segundo lugar la persistencia. Ya que solo utilizo aromas naturales el olor se mantiene el tiempo suficiente para que dure lo necesario en una escena y desaparece rápidamente.

¿Es un sistema pensado solo para cines?

Empezamos dirigiéndonos a los cines, pero nos encontramos con el problema de que las salas por sí mismas no tienen capacidad para adoptar estos sistemas, ya que deben contar con el permiso de las distribuidoras de las películas y los propietarios intelectuales de cada film. Sin embargo hemos descubierto que tiene muchas posibilidades más allá de las salas de cine convencionales, ya que se puede adaptar la instalación a cualquier dimensión y puede utilizarse a nivel doméstico, para campañas publicitarias, presentaciones, viedojuegos…las alternativas son amplísimas. Ya tenemos sonido digital y calidades de imagen como el 4K que son elevadísimas. La imagen y el sonido han llegado a un punto de definición en el que es muy difícil innovar. El olor incorpora una dimensión nueva que hasta ahora no estábamos acostumbrados a utilizar en el cine.

Dentro de poco te llevas tu Olorama a Estados Unidos. ¿Allí saben apreciar mejor las innovaciones?

Aquí hay mucho más potencial que allí en proporción. Nosotros tenemos mucho talento, muchas ideas y mucha capacidad, sin embargo nos falta ese entorno que nos apoye para poder desarrollar todos esos proyectos. Hace falta que nos concienciemos de que la tecnología puede convertirse en un motor de la economía. Valencia, sin ir más lejos, está convirtiéndose en una pequeña potencia en el mundo de la animación y los videojuegos, pero hace falta todavía que quien tiene el dinero se decida a apostar por ello.

¿Qué es lo más difícil de trabajar con algo tan abstracto como el olor?

El olfato es un sentido muy sensible y es muy fácil saturarlo, o pasarte con determinados olores y que la experiencia sea mala. Por eso no se puede abusar tampoco de los olores. Para ello buscamos siempre películas donde el olor tenga algo que aportar. Lo que no queremos es que quede como un pegote, sino que aporte valor a la experiencia de disfrutar de una película.

¿Y has tenido que hacer catas de aromas?

El olor no es como el color, que tiene sistemas de clasificación exactos. Los diferentes olores se generan a través de aromas mediante un proceso manual que lleva a cabo un maestro aromista. A todo esto se debe añadir que no todos percibimos el olor de la misma forma. Dependiendo del momento del día nuestro olfato está más o menos sensible, las mujeres embarazadas, por ejemplo desarrollan un sentido del olfato diferente…hay muchísimas variantes que influyen en nuestra percepción del olor. Para conseguir el olor a chocolate, dependiendo de quien fabrique la esencia puedes encontrarte hasta una veintena de variedades distintas.

O sea que no se trata de que huela absolutamente todo el rato

Cada peli tiene un máximo de 12 aromas diferentes. Después de cinco años de pruebas hemos llegado a diferentes conclusiones como, por ejemplo, que no debemos utilizar olores desagradables. Durante las pruebas detectamos que cuando incluíamos malos olores en una proyección a la gente le estropeábamos la experiencia.

¿Y eso a qué se debe?

No es una cosa física sino psicológica. Así como el olor bueno desaparece enseguida, los malos olores se nos quedan grabados mucho más tiempo. El cerebro hace esto para mantenernos alerta ya que los asocia a situaciones de peligro. Es un mecanismo del hombre primitivo que ha perdurado hasta hoy en día.