“Me da rabia que la gente no sea capaz de ver más allá de la fotografía bonita”

De ingeniero forestal a exponer en PhotoEspaña en una muestra colectiva comisariada por Joan Fontcuberta, Pablo Chacón posee una mirada analítica, microscópica, archivística, que le sirve para explorar la muerte, la vida y el amor

“Me da rabia que la gente no sea capaz de ver más allá de la fotografía bonita”

Pablo Chacón (Valencia, 1976) ya no se dedica a las ciencias, aunque forman parte de su ser, de su forma de entender el mundo, y por tanto de plasmar sus fotografías. Ahora compagina los encargos que le dan de comer con su trabajo de autor. El último proyecto, el que se presentó en la pasada edición de PhotoEspaña, se llama ‘Autopsia’ y “documenta sistemáticamente accidentes de tráfico mortales 24 horas después del suceso”, repite de carrerilla, de forma sistemática. Hablar de la muerte para hablar de la vida. Desde varios prismas: primero fotografía el lugar del accidente mortal, crudo; luego se enfunda unos guantes de látex y recoge objetos que pasaron desapercibidos al forense, se los lleva al estudio y los fotografía en un mesa de luz con un fondo blanco, en clave alta. Una sensación de frialdad que se desvanece cuando ves que uno de los objetos es una colonia de bebé. Te deja pensando, triste, en las bromas macabras del azar. Los objetos ni se crean ni se destruyen, se transforman. Primero tienen un significado para su propietario, el que sea, cuando el propietario muere se convierten en basura. Pablo Chacón los transforma en otra cosa al fotografiarlos: en una reflexión sobre lo efímero. A continuación, recoge materia orgánica adherida a esos objetos y la fotografía con el microscopio porque así llega a lo esencial, a la célula, a la forma de vida más básica, al lugar donde empezó todo, al inicio de la vida. Y el círculo se cierra.

¿Cómo llegas a la fotografía?

Toda mi familia es de ciencias. Yo estudié Ingeniería Forestal. Pero conozco a Eduardo Nave desde los 17 años y eso me creó un cierto interés por la fotografía. Al principio fotografiaba para publicaciones científicas. Empecé con la micología, fotografiando hongos. De hecho, publiqué en el ‘XL Semanal’ tres dobles páginas sobre los hongos más raros de España. Llegó un punto de inflexión, con el comienzo de la crisis. Yo quería dedicarme a la fotografía aunque llevaba varios años trabajando de ingeniero. La crisis me empujó a dedicarme profesionalmente a la fotografía.

¿Cómo vives la fotografía?

Muchos fotógrafos tienen un problema de identidad. Muchos creen que ser fotógrafo es ir con la cámara colgando todo el día. Algunos fotógrafos están en esta disciplina para ganarse la vida, y sólo llevan la cámara para trabajar. Otros fotógrafos quieren explorar el mundo a través de la fotografía. Dentro de esta categoría, existen dos clases: los que llevan la cámara todo el día y, entre los que me incluyo, los que cogemos la máquina cuando nos interesa. Durante mucho tiempo, vuelvo a la identidad, yo pensaba que no era fotógrafo porque no tenía la necesidad de llevar la cámara constantemente. Eso me martirizaba. La cámara es mi burbuja para explorar el mundo, a mí mismo, a mis miedos.

‘Autopsia’ es una reflexión sobre la muerte pero también sobre la vida.

Me interesa la vida, la muerte y el amor, los tres temas que se han tratado siempre. En mi caso, además, es que no le encuentro sentido a nada más. Me interesa la muerte para hablar de la vida. Es muy primario. Me apetece trabajar el tema de lo efímero. El ser humano se ha desvinculado de la naturaleza y se cree omnipotente. Por eso me interesa reducirlo todo al microscopio, a lo más efímero, a la célula. Cuando presenté ‘Descenso’ [un ensayo documental sobre el suicidio] la gente se sorprendía de las cifras. En España se suicidan al año 3.500 personas. Es la primera causa de muerte no natural. La muerte es tabú y el suicidio aún más ya que está muy sujeto al cristiano-judaismo y a la política. La política y la religión no hablan del suicidio porque lo consideran un fracaso. Tampoco hablan los medios de comunicación. Sin embargo, hay expertos que apoyan la idea de que hablar de los suicidios evita muertes. Ahora voy a comenzar un trabajo sobre la inmigración. La idea es fotografiar los paisajes submarinos mediterráneos donde fallecen los inmigrantes que viajan en pateras.

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¿Cuál es la metodología de trabajo que seguiste en ‘Autopsia’?

‘Autopsia’ documenta sistemáticamente accidentes de tráfico mortales 24 horas después del suceso. Siempre acudía 24 horas después, en primer lugar, porque no me apetecía hacer un trabajo fotoperiodístico, y en segundo lugar, porque la Dirección General de Tráfico sólo contabiliza muertos por accidente de tráfico los que fallecen en esas primeras 24 horas. Si una persona muere en el hospital tres días después ya no se considera muerte por accidente de tráfico. ‘Autopsia’ empieza como una inquietud de acercarme al sentimiento de pérdida y justamente coincide con el nacimiento de mi hijo, la fragilidad, lo efímero. Pensamos que nunca va a pasar nada porque vivimos en un burbuja capitalista del “no te preocupes por nada”. Pero sucede. Al ir 24 horas después me daba tiempo a documentarme sobre el suceso, encontraba objetos de una persona que había estado viva 24 horas antes, y me temblaba todo. Yo esto lo hago porque a mí me da miedo la muerte de mis seres queridos.

Cuando tienes una hijo cambia todo…

Un niño es como una proyección de ti mismo pero frágil. Eso es inquietante. Nace el niño, me meto en la crisis de los 40, parece que el ciclo se ha cerrado. Yo siempre he pensado que lo que me da miedo tengo que hacerlo, necesito curarme, y un hijo te expone a miedos más profundos.

¿Se puede vivir de la fotografía en España?

En España no se valora al fotógrafo, ni siquiera los propios editores, se prima la noticia y el dinero. España empieza a tener ahora un fondo archivístico, pero Estados Unidos y México tienen fondos desde los años 20, España no.

Sin embargo, ahora mismo hay una cantera de fotógrafos españoles que se está dando a conocer por la calidad de sus trabajos.

Hay un boom en España, por suerte. Escuelas como Nophoto, EFTI, Blankpaper, Lens están haciendo mucho por la fotografía. Sí que es verdad que este boom está engañando a mucha gente joven a la que se le está vendiendo la posibilidad de ser artista. Haces un curso y ya eres artista. Blankpaper crea artistas no crea fotógrafos. Lens o EFTI forman a fotógrafos profesionales que luego pueden tener una visión más artística o compaginar ambas vertientes. Creo que hay una línea fina muy peligrosa.

Vivimos en un mundo en que la imagen tiene una importancia máxima, sin embargo la educación deja la formación fotográfica y visual en un segundo plano.

No se educa a mirar. Estamos saturados de imágenes. Fontcuberta dice que somos “homos fotograficus”. No se enseña a analizar imágenes. Además, hay una falta de conocimiento en profundidad de lo que significa ser fotógrafo. El mundo de la fotografía es muy de palmadita en la espalda. Falta autocrítica. En Efedephoto [el estudio de fotografía que Pablo Chacón gestiona junto a Iván Navarro] consideramos que la técnica es muy importante, vemos la fotografía como un estilo de vida. Sin embargo, el 90% de la gente que viene a nuestros cursos no lo ve así. Incluso tenemos alumnos que lo que quieren es ganar una beca, no conocer y explorar el mundo, sólo quieren reconocimiento. Particularmente, me da rabia que la gente no sea capaz de ver más allá de la foto bonita. Consumimos tanta imagen sobresaturada y contrastada, que no se entiende que se puede hacer algo anodino visualmente para recapacitar. La gente consume bonito porque se nos ha vendido eso. Es una cuestión de cultura visual.

¿Cómo se plantea esta edición del Festival Internacional de Fotoperiodismo Photon?

Es el quinto aniversario. Tenemos una beca muy bien pagada, 2.000 euros y, además, Fuji pone una cámara por valor de 2.000 euros más. Efedephoto junto a Xaume Olleros nos encargamos de la recepción de portfolios. Como novedad vamos a publicar un libro que recopila todos los trabajos de estos cinco años. El festival tiene más visibilidad. Año a año estamos cogiendo fuerza, ya nos reclaman como referente. Junto al Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín somos los únicos que organizamos festivales tan especializados en fotoperiodismo. Recomiendo la exposición ya inaugurada de Daniel Berehulak en el IVAM sobre el Ébola. Berehulak presenta el antes y el después de la toma de la fotografía que se publica en los grandes medios, cuenta toda la historia, muy bien narrada. No solo consta de los cuatro fotones impactantes, aquí está documentado el comienzo del Ébola en Liberia.

¿Cómo sería un mundo sin fotografías?

Supongo que sería un mundo de pinturas. Como ya lo fue. No me lo puedo imaginar realmente. Viviríamos más felices, en un burbuja, nos enteraríamos de menos cosas. Buscaríamos otras herramientas para explorar el mundo. Todo parte de la inquietud. Ser artista significa ser inquieto.

¿Cómo sería para tí?

Siempre he sido muy pasional. Si algo me interesa lo llevo hasta al extremo. Si tienes inquietud acabas encontrando ese matiz diferente. Hay que obsesionarse para hace bien las cosas. No creo que haya artistas, hay inquietos. Yo siempre he sido una persona que se queja de todo. Antes daba palos de ciego para expresarme, la fotografía me ha ayudado a expresarme. Pero no me preocupo de gustar o no gustar. No obstante, cuando hay un reconocimiento externo, el ego crece y te ayuda a mejorar, aunque no debería ser así. Yo no consumo mucho fotolibro porque no me quiero dejar influenciar. Soy poco ortodoxo, consumo libros de consulta, como los libros científicos. Uno tiene que hacer lo que le apetezca y tener claro por qué lo hace, pero sin buscar el reconocimiento. Hay que ser humilde.