«El mundo del arte se ha quedado sin emociones»

Pintora y fotógrafa, Patricia Iranzo vive dentro de cada uno de los retratos que hace. Los escucha palpitar. Ahora se va a Nueva York en busca de los descendientes de los indios de la isla de Manhattan para indagar en su retrato colectivo

«El mundo del arte se ha quedado sin emociones»

Para Patricia Iranzo crear es un juego, un juego de espejos. A medida que retrata a otras personas, va descubriéndose a sí misma. Es un baile de máscaras donde, poco a poco, todos los que pasan por su estudio para ser retratados se quedan desnudos. La fotografía y la pintura se yuxtaponen para abarcar enfoques diversos, alejados de las construcciones que cada uno de nosotros hacemos de nosotros mismos. La realidad y la ficción de lo que somos bailan juntas. Patricia mira y descubre el momento en que se cae la máscara, esa fracción de segundo, de desnudez. A través de la introspección psicológica de los demás se despoja de sus propias máscaras. Y lo hace como si pelara una cebolla. Cada nueva capa es más limpia que la anterior, más cercana al corazón de la cebolla.

En unos meses volverá a Nueva York, su ciudad predilecta, para poner en marcha el proyecto ‘Mannahatta Portraits’. Allí retratará a 20 descendientes de los primeros pobladores de la isla de Manhattan y dará un paso más en su incansable investigación sobre la naturaleza del retrato. En este proyecto cada rostro se podrá ver como un individuo único pero, sobre todo, como «un contenedor de la memoria histórica y biológica de un clan».

¿Pintora o fotógrafa?

Son dos medios que me han interesado siempre, de forma conjunta y de forma separada. Cuando empecé los entendía de forma independiente. Con el tiempo me he dado cuenta de que, cuando estoy trabajando con pintura, la cámara es como un pincel más, la cámara me aporta una forma diferente de mirar. En estos momentos intento mezclar las dos cosas porque, aunque son dos lenguajes diferentes, son exactamente lo mismo. Que más da que cojas un pincel o una cámara, es una forma de plasmar ideas o de captar cosas. Me interesa trabajarlas de forma conjunta. De hecho, estoy haciendo un proyecto que se llama ‘El doble’. La física moderna está descubriendo que todos los elementos del universo tienen una parte corpuscular, de materia, y una parte vibracional, de energía, utilizando fotografía y pintura, de forma separada aunque dentro del mismo encuadre, quiero separar esas dos partes, lo corpuscular para la fotografía, lo vibracional para la pintura.

¿Recuerdas tu primera obra?

Sí. Fue un retrato de David Hockney. No tenía ni idea de pintar al óleo ni de utilizar el color. Estaba en una academia y cogí una fotografía con un retrato de Hockney y la pinté al óleo. Fue muy fácil, muy rápido, me lo pasé muy bien y salió una cosa muy rara que sorprendió bastante. Era algo muy fresco, la frescura sale cuando estás aprendiendo, eres muy libre. Por eso nunca he querido aprender demasiado. Me obsesiona ser libre pintando, tampoco terminé Bellas Artes porque no me interesaba que me enseñaran, necesitaba encerrarme en un estudio y ponerme a pintar.

¿Cuál ha sido la obra o artista que más te ha marcado?

Muchos. He bebido de muchas partes, he mirado mucho. Me gusta mucho Velazquez, Rembrandt, David Hockney, Joan Mitchell, Lucian Freud, Georg Baselitz, Francis Bacon, Dubuffet, Manolo Millares, Miquel Barceló, Olafur Eliasson, Anselm Kiefer, Francesco Clemente, Jean-Michael Basquiat… Cada uno de ellos tiene un lenguaje personal propio que destaca por encima de las corrientes de la época que han vivido y de las modas. En fotografía me interesan Walker Evans, Josep Renau, August Sander, Vivian Mayer, Robert Frank, Richard Avedon, Duane Michals, Rineke Dijkstra… Pero realmente me interesa cualquier cosa que sea una imagen, una construcción. Lo miro todo, me parezca bueno o malo.

¿Cómo definirías tu pintura?

Es como verme a mí misma. ¿Quién soy yo? Es un proceso de descubrimiento. No sabría que más decirte. Me gustaría que dijeran que es una pintura en evolución, en proceso y en libertad.

¿Qué dirían tus pinturas de tus fotos y qué dirían tus fotos de tus pinturas?

Se insultarían. Qué divertido. Mis pinturas dirían: eres una máscara y todo el movimiento lo tienes en los ojos. En cuanto a los retratos, las fotos envidiarían a los retratos en pintura por la libertad, pero los retratos envidiarían a la foto de acción por la capacidad de tenerlo todo en un momento.

¿Qué significa el color dentro de tu pintura?

No tengo ni idea de lo que significa. Lo que explicamos sobre las cosas y lo que son las cosas no tiene nada que ver. No tengo ni idea de porqué elijo este color u otro, tengo pintura con colores muy vivos y potentes y otra pintura con menos colores. El color lo tomo de una forma irreflexiva, cuando pinto un retrato, parto de una foto pero mentalmente la imagen la estoy poniendo en blanco y negro. La persona que me enseñó a pintar me dijo que había una parte de sombras y una parte de luces, si las sombras y las luces están bien puestas lo que pintes va a estar bien. Yo lo paso a blanco y negro, las sombras las hago en colores pero no son los colores de la naturaleza, y las luces las hago en otros colores. Busco un encefalograma plano a la hora de pintar, si piensas la cagas. En la búsqueda de esa libertad intento que la cabeza no de ninguna orden y salga todo desde otro lado.

¿Qué me dices de tu relación con Nueva York?

Mi primer contacto con un neoyorquino fue estando en la calle Trinitarios de Valencia, donde estaba mi primer estudio. Apareció un estadounidense de origen coreano que quería ver los cuadros. Me dijo que era de Nueva York. Me habló de una zona de Brooklyn, Williamsburg, y me dijo que en ese barrio había muchos estudios de artistas y mucho movimiento. Me dio su teléfono y su nombre y me preguntó: «¿Cuando vas a venir?». Estuve dos años con esa idea, y entonces un día me compré un billete de avión, me fui a Nueva York y le llamé por teléfono cuando ya estaba allí. Me dejó un loft que tenía con vistas al ‘skyline’ de Manhattan a cambio de nada. Es verdad que en Nueva York pasan estas cosas tan de película. Creo que se quedó muy alucinado de que hubiera cruzado el océano por una frase suya. Allí pasé tres meses pintando. Espectacular. En Nueva York me siento muy bien, es como si estuviera en casa. Yo soy muy activa y tengo mucha energía y Nueva York tiene la misma energía que yo. Voy allí y todo funciona. Desde entonces he ido muchas veces, he estado viviendo, montando exposiciones. Es una ciudad en continuo movimiento. Es imposible estar allí y no evolucionar.

¿Es más fácil crear allí?

Es muchísimo más fácil. Y vivir del arte también es más fácil, pero tienes que estar allí. He vendido cuadros a Nueva York viviendo en España pero si estuviera allí vendería muchos más. En Nueva York veo muy pocos prejuicios a la hora de comprar obra. El americano tiene una visión más relajada y compra basándose en su disfrute, la obra no es sólo una inversión. Es una forma mucho más fresca de adquirir obra.

¿Por qué decides irte ahora a Nueva York?

Porque es algo que quería hacer desde hace diez años, siempre tenía la idea de alargar mi estancia. Volví a Valencia a estudiar un master de fotografía y he tenido una hija por el camino, así que lo de irme a vivir allí se había quedado como una idea abstracta y ahora, que ya tiene cuatro años de crianza, desteto a mi hija, tomo contacto conmigo, y digo: «¿Dónde estaba yo hace diez años?». Ahora es el momento.

Estudias Periodismo pero después de trabajar durante un tiempo en este sector decides dedicarte al mundo del arte. ¿Por qué?

Cuando tenía 18 años no tenía ni idea de lo que quería hacer. Por una serie de circunstancias me metí en Periodismo. Tenía una idea muy romántica del periodista que va a buscar la noticia, que investiga. Al fin y al cabo es lo mismo que hago con la pintura: una investigación, un proceso de búsqueda. De pequeña siempre pintaba y me lo pasaba muy bien, era tan normal para mí como respirar, así que ni se me pasó por la cabeza meterme en Bellas Artes, después comprendí que lo que yo hacía de forma natural era lo que tenía que hacer para ganarme la vida. Decidí dejar el Periodismo y me metí en una academia a aprender, allí conocí a Luis Fernández, un pintor asturiano, que fue mi maestro. Eso fue el chupinazo de salida. Cuando llegué a Bellas Artes me di cuenta de que lo que tenía que aprender ya lo sabía y lo que tenía que hacer era meterme en el estudio a echarle horas. Así que dejé Bellas Artes y me encerré en un estudio.

¿Cómo ves el mundo del arte contemporáneo?

Lo veo muy cerebral, con muchos egos. Artistas que siempre hablan de sus grandes ideas, escriben textos larguísimos y luego hacen una cosita, y te dicen que significa lo que sea. Demasiado conceptual. Aunque hay cosas conceptuales muy buenas, Joseph Beuys, por ejemplo. Hay gente muy buena pero también hay mucha basura. Hay mucha moda, mucha pose sin ningún tipo de contenido emocional. Es curioso, además, que los hombres siguen estando mucho más representados que las mujeres. Por cuestiones sociales, está más restringido para los hombres emocionarse, que un hombre se emocione mirando un cuadro, o se le pongan los pelos de punta está mal visto. Y el mundo del arte adolece precisamente de eso. Se ha quedado sin emociones.

El arte necesita la visión de la mujer.

Sí, está dando una visión unívoca de algo que es dual, deberíamos estar ahí, aunque tengamos cuatro años de parón porque tenemos un hijo y estamos criando. La cuestión es que por estar cuatro años fuera, no dejas de ser válida, vuelves con unos ‘inputs’ bestiales para ponerte a trabajar. Si en vez de tener un hijo, te has ido cuatro años a hacer un master o un viaje, seguramente en una empresa te van a valorar más. Pero si tienes un hijo, que es el viaje, no se valora. Hay una desvalorización de la mujer increíble, seguimos igual que siempre, sólo que por fuera parece mejor.

¿En qué proyectos está trabajando actualmente?

Además del proyecto ‘El doble’ del que hemos hablado antes, me voy a Nueva York para hacer un proyecto nuevo llamado ‘Mannahatta Portraits’. En 1626 la isla de Mannahatta, actual Manhattan, fue comprada a la tribu Lenape que la habitaba. El objetivo del proyecto es retratar a 20 descendientes de esta tribu. Simbólicamente el retrato tiene una connotación de ser mirado o ser reconocido. Es decir, una reparación transgeneracional a través de la mirada puesta en cada uno de sus descendientes. La idea es exponer estos retratos fotográficos y pictóricos, junto con dibujos, grabaciones y otros materiales del proceso de trabajo, en la galería de Local Project, ubicada en Long Island. De esta forma se cierra este círculo de reconocimiento a través de la mirada, ampliando la mirada a la mayor parte de personas posibles. Cada rostro es único pero en el caso de este proyecto el interés se centra en el individuo como contenedor de la memoria histórica y biológica de un clan.

¿Dónde te gustaría exponer en el futuro?

En el MoMA [se sonríe].

¿Se puede vivir de la pintura?

Se puede, pero hay que encontrar el sitio y generalmente cuesta mucho encontrarlo. Hay gente que lo encuentra muy rápido. A mí me ha costado más. La cuestión es mantenerse hasta que sea posible, eso es lo importante. Es una cuestión de prioridades, te tiene que apasionar de verdad lo que haces para mantenerte.

¿Se utilizan recetas para triunfar dentro del mundo del arte contemporáneo?

Claro que hay recetas. Una cosa es ser artista y otra ser profesional del arte, y no me refiero a un director de un museo o a un comisario, hablo del artista como profesional del arte. El profesional del arte interpreta un papel, sabe qué es lo que tiene que hacer, con quién se tiene que juntar, qué tiene que producir. Esto también es una cuestión de modas que establecen determinados comisarios. Veo una diferencia muy grande entre ser artista, entendido como una búsqueda personal independiente, y el profesional del arte. A mí siempre me ha gustado la libertad y la independencia, nunca he tenido ganas de que nadie limitara mi obra, ni en lo económico: «Haz esto que se vende». Sé perfectamente lo que tengo que hacer para vender pero no me interesa.

¿Qué quieres descubrir en tus retratados?

Realmente no lo sé. Pero tengo ganas de saber qué hay. Ganas de mirar. Lo divertido de la fotografía es que te permite mirar sin impunidad y sin límite de tiempo, tengo una cámara y te digo salta, haz esto o lo otro y tú lo haces, en el momento en que deje la cámara te digo que saltes y me dirás «de qué vas». Tengo una foto y puedo mirarla durante horas. Siempre he tenido la sensación de que no nos enteramos de nada y no sabemos qué está pasando, esto lo extrapolo también a quien tengo delante. Qué hay debajo de las construcciones que hacemos sobre nosotros mismos. Siempre me ha interesado mucho la psicología, todo se dice a través de la palabra pero inconscientemente estás diciendo otras cosas, y he aprendido a mirar lo que no me cuentan, sino lo que hay de verdad, lo genuino.

Toda tu obra está basada en el retrato.

Lo que más me interesa de todo lo que veo son las personas; y de todo el cuerpo de una persona, lo que más me interesa es la cara; y de toda la cara, lo que más me interesa son los ojos porque es de donde yo saco la información. Una vez tengo los ojos ya está todo.